Los bellos pecados del cardenal
Don Pedro González de Mendoza (1428-1495), conocido como el cardenal de España, fue mucho más que un alto cargo eclesiástico. Quinto hijo de don Íñigo López de Mendoza, se destacó tanto por su fe y su labor en la Iglesia como por su ambición y, sobre todo, por su gusto por la compañía de mujeres hermosas. Las crónicas cuentan que tuvo al menos tres hijos.
A partir de 1460, mantuvo una relación con Mencía de Lemos, una dama que formaba parte del séquito de la reina Juana. De ese amor nacieron dos hijos: Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, que más adelante sería marqués del Cenete (nacido en Guadalajara en 1462), y Diego, futuro conde de Mélito y señor de Almenara, que vino al mundo en 1468 en el Real de Manzanares. A estos hijos ilegítimos, la propia reina Isabel la Católica los llamó con cierta ironía “los bellos pecados del cardenal”.
Como curiosidad, vale la pena mencionar que Ana de Mendoza, la famosa princesa de Éboli —conocida en la corte de Felipe II por su carácter fuerte y por llevar un parche en el ojo—, fue bisnieta del cardenal Mendoza. Ella nació del matrimonio entre don Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda (nieto del cardenal y primer príncipe de Mélito) y Catalina de Silva.
Esta historia nos recuerda que, detrás de los grandes nombres de la historia, también hay pasiones, escándalos y conexiones familiares sorprendentes. Y que en lugares como Manzanares el Real, cada piedra puede esconder una leyenda con siglos de historia.