VÍA FRANCÍGENA


VÍA FRANCÍGENA

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La Vía Francígena es mucho más que una antigua ruta de peregrinación: es un viaje lleno de historia, paisajes increíbles y encuentros que dejan huella. Une Canterbury, en Inglaterra, con Roma, atravesando cuatro países —Inglaterra, Francia, Suiza e Italia— a lo largo de unos 2.000 kilómetros que invitan a caminar sin prisa, disfrutando del camino tanto como del destino.

Su historia se remonta al siglo X, cuando peregrinos de toda Europa recorrían esta vía para llegar a la tumba de San Pedro. Uno de ellos, el arzobispo Sigerico de Canterbury, dejó escrito en un diario las etapas que hizo en su viaje de regreso desde Roma en el año 990. Gracias a él, hoy conocemos gran parte del recorrido original.

Recorrer la Vía Francígena hoy es una forma distinta de viajar. Desde los verdes paisajes del sur de Inglaterra, pasando por las llanuras francesas, cruzando los Alpes por el impresionante paso del Gran San Bernardo y bajando por la Toscana hasta Roma, el camino ofrece una mezcla única de cultura, naturaleza y tranquilidad. Cada tramo tiene su encanto: pueblos con siglos de historia, buena comida, vistas que te dejan sin aliento y esa sensación de libertad que solo se siente al caminar.

Aunque fue un camino medieval, la Vía Francígena está más viva que nunca. Está señalizada, con alojamientos pensados para peregrinos, y cada año más personas se animan a recorrerla, ya sea por motivos espirituales, por amor a la aventura o simplemente por el placer de descubrir Europa paso a paso.

Hacer la Vía Francígena no consiste solo en caminar hasta Roma, sino en disfrutar y descubrir todo lo que se encuentra en el camino: sus paisajes, su gente, sus historias y, también, el encuentro con uno mismo. Es una experiencia que permanece viva mucho después de haber completado el recorrido.