4. Dónde leer – 5. Cuándo leer – 6. Cómo leer

4. Dónde leer

         Se puede leer casi en cualquier sitio. Hay gente que lee andando, paseando. Pero es claro que donde mejor se lee es bien sentado y con buena iluminación. Cuando se es joven y los músculos faciales están tersos, de modo que la vista es fina y aguda, no se nota tanto la necesidad de la luz. Pero conforme pasan los años, la luz se revela como lo que es: esencial.

         Leer en un sitio tranquilo de la casa, donde no haya ruidos que estorben. Según los gustos, es admisible una música, con tal de que no sea estridente.

         Es ideal leer en el campo si el clima es apacible y se está cómodo. Pero entonces hay que leer algo que no sea pesado, un libro leve, para que sostenerlo no canse.

         Hay mucha gente que lee en los  viajes, sobre todo si es en tren. Leer y de vez en cuando levantar la vista para no perderse nada del paisaje…      Mucha gente, sobre todo mujeres, leen en el Metro, en las ciudades en las que lo hay. Ahí se puede hacer una rápida estadística sobre los hábitos de lectura: más gente joven que mayor; más mujeres que hombres.

         Es una vieja costumbre leer en la cama, y es recomendable para conciliar el sueño. La atención  concentrada al leer facilita que uno se adormezca. Pero no se lleve a la cama ni un libro grande y pesado –difícil de sostener- ni una novela de mucha intriga; en este último caso  puede ocurrir lo que le ocurrió  al bueno de Don Quijote, que “se le pasaban las noches de claro y claro y los días de turbio en turbio”.

5. Cuándo leer

         Se ha hecho tópico comentar que “me gustaría leer, pero no tengo tiempo”.

         Se acaba de ver que se puede leer, y alguna gente lo hace, en el tiempo dedicado al transporte. Podría ser mucha más. Basta ver en muchos casos las caras de aburrimiento en los largos trayectos para tener la tentación de decir a la gente que por qué no se ha traído un libro.

         Hay ocasiones en las que hay que esperar durante largo tiempo. Por ejemplo, en las consultas de los médicos. Es comprensible que si se está mal no se tenga ganas ni de leer, pero en la mayoría de los casos la gente sólo tiene una leve dolencia y simplemente va en busca de recetas.  En general, las salas de esperas deberían ser salas de lectura.

         Pero es que, para tener tiempo para leer, la primera precaución es tener siempre un libro a mano. Hoy no se concibe que alguien salga de casa sin llevar el móvil. ¿Por qué no también un libro?

         También hemos visto lo de leer en la cama, cosa fácil si el libro descansa, esperando, en la mesilla de noche.

         No hay que esperar que el tiempo de leer vengo por sí solo. Hay que conquistar espacios de lectura, y eso quiere decir,  teniendo en cuenta los modos de vida actuales de la mayoría de la población, quitárselo a la televisión.

6. Cómo leer

          Primero, las condiciones físicas de la lectura. Ya se vio: luz suficiente y una buena postura. Pero hay otras condiciones que dependen del libro mismo, de su edición. Un libro con la letra muy pequeña y con casi inexistente interlineado se vuelve un tormento para los ojos y ciertamente es mejor dejarlo a un lado.

         Se lee mejor en páginas con amplios márgenes, porque todo lo apretado es una molestia para los ojos.

         Como mejor se lee es negro sobre blanco. Habría que desterrar ciertas modas que, en un intento de ser modernas, resultan ridículas; como la de imprimir en un gris claro, en un rosa pálido, en un beige tenue que, naturalmente, sobre el blanco apenas se distingue.

         Los libros están hechos, antes que nada, para ser leídos, no para ser elogiados por su diseño o por su innovación. Esto último está bien si no se pierde de vista lo principal.

         ¿Despacio, lectura rápida?  Todo depende del interés que despierte la lectura. Cuando se está disfrutando mucho caben dos posibilidades: o leer todo de un tirón o dejarlo de vez en cuando, por miedo de que se acabe. Cualquier lector o lectora tienen las dos experiencias: hay libros que “atrapan” de tal modo que “es imposible soltarlos”. Y hay otros en los que se ven tantos méritos, se está tan a gusto con la historia y con los personajes, que se paladea muy despacio, para que no se acabe tan pronto.

         A veces se empieza un libro, que viene precedido de cierta propaganda, de aparecer en las listas de los más vendidos o de la recomendación de alguien y, a las pocas páginas se ve que no gusta. Hay críticos que han afirmado que  se puede conocer la bondad o categoría de un relato leyendo las primeras líneas. En cualquier caso, si las primeras páginas no nos parecen aceptables, es muy difícil que el resto mejore. Mucho más corriente es un buen principio y un mal desarrollo que un  mal principio y un buen desarrollo.

         No tiene sentido –salvo en casos excepcionales y donde la opinión es unánime- leer un libro porque otras personas piensan que es bueno. La lectura es siempre algo personal y si, por la razón que sea, un libro no nos convence, lo mejor es abandonar la lectura.  Son los autores los que tienen que convencer al lector.

POR QUÉ LEER