4. Leer novela de otras literaturas – Por qué leer

4. Leer novela de otras literaturas

         Hay relatos desde tiempos muy antiguos, en casi todas las culturas.

         Del antiguo Egipto, unos 1.800 años antes de Cristo quedan varios relatos jeroglíficos: la Historia del náufrago, Historia de Sinhué e Historia de los dos hermanos. De la civilización asiria tenemos el poema Gilgamesh, también del asegundo milenio a.C.

         En India, los dos grandes poemas con narración de historias son el Mahabarata, que data del tercer milenio a.C. y el Ramayana,  mucho más reciente, del 600 a.C. No hay obras equivalentes en la cultura china, donde se desarrolló más la poesía lírica.

         En Grecia, cuna de nuestra cultura occidental, los dos grandes poemas narrativos, La Ilíada y La Odisea, de Homero, son del siglo VIII a.C. Son los dos libros iniciales de cualquier cultura  y han inspirado la literatura europea y mundial hasta hoy mismo.

         El género narrativo empieza a consolidarse en el siglo I. Nos quedan cinco novelas de esas época; la mejor y más leída es Dafnis y Cloe, de Longo, del siglo III, una novela pastoril que inspiraría a decenas de ellas.

         Las mil y una noches es una compilación del siglo IX de decenas y decenas de historias que ya circulaban, sobre todo en Persia, mucho tiempo antes. Su impacto en Occidente no se da hasta el siglo XIX y los propios árabes vuelven la atención hacia el libro después del eco que tuvo en Europa. Muchas de sus historias son muy populares y han sido adaptadas para  niños: Aladino. Alí-Babá, etc., pero se trata de una obra para adulto, con algunos relatos cargados de erotismo.

         En Occidente, hasta el siglo XII no encontramos una narrativa bien afianzada: los Lais o relatos, casi siempre amorosos, de María de Francia; las notable obras de Chrétien de Troyes, Érec et Énide, Cligès, Lancelot ou le Chevalier de la charrette, Yvain ou le Chevalier au Lion, y sobre todo Perceval ou le Conte du Graal, que es la primera mención escrita del misterio del Grial. Chrétien es ameno, divertido, sabe llenar la historia de interés. Pocos héroes de novelas han resultado y tan atractivos como el ingenuo, valiente y simpático Perceval, que también, muy modificado, será el Parsifal, de Wolfram von Eschenbach, que muchos siglos más tarde inspirará a Wagner. De esta época es también la novela de autor anónimo Tristán e Isolda, una trágica historia de amor, motivo de inspiración de la obra del mismo título, y posterior, de Gottfried von Strasburg.

         Del siglo XIII ha quedado una imponente obra narrativa, el llamado ciclo de la Vulgata, que es la historia de Lanzarote del Lago y de la búsqueda del Grial. La primera parte, Lanzarote, relata las aventuras de él y de los otros caballeros de la mesa redonda, culminando con los amores adúlteros entre Lanzarote y Ginebra, mujer del rey Arturo; amores tratados, por otro lado, con gran contención. La Historia de Merlín, cuenta los primeros tiempos del Rey Arturo y del mago que le protege; la Historia del Santo Grial es el relato sobre cómo José de Arimatea y su hijo Josefo llevan el Grial a Europa; la Demanda del Santo Grial, es la historia de los fracasados intentos de todos los caballeros de encontrar el Grial y cómo por fin lo consigue un caballero santo y limpio de toda mancha, hijo de Lanzarote, Galahad, que de este modo redime a su padre. Finalmente, Muerte de Arturo, con el fin del reinado mágico de Camelot.  Sobre ese mismo tema, el siglo XV inglés da una gran novela: Muerte de Arturo, de Thomas Malory. En ese mismo siglo XIII y en los primeros decenios del XIV se da una de las grandes explosiones de creatividad de la historia, la de Dante Alighieri. No sólo con su obra cumbre, la Comedia, que luego sería llamada Divina, sino con sus poesías, sus escritos de varias materias: Vita nuova, De monarchia, De volgare eloquentia, Convivio,

         El siglo XIV registra una gran creatividad en Italia, que influirá en algunos países de Europa, como España, Francia o Inglaterra. Se trata de la obra de Giovanni Boccaccio, tanto Corbacho, que es una sátira misógina,  como el Filocolo,  que es una novela de amor y aventuras y, sobre todo, el Decamerón, colección de relatos, algunos muy atrevidos, muy típicos del ambiente de lo que en Italia era ya el Renacimiento. Del mismo siglo es la gran figura del poeta Petrarca. En Inglaterra está Geoffrey Chaucer, cuyos Cuentos de Canterbury se siguen leyendo hoy con gusto e interés.

         En el siglo XV sigue siendo Italia lo más avanzado en creación literaria. No sólo por el Orlando furioso,  de Ludovico Ariosto, un poema que influiría en muchos sentidos, o por el Orlando enamorado, de Matteo Boiardo, sino por el gran auge que experimentó la poesía en general, con obras como la de Sannazaro (Arcadia) o la de Angelo Poliziano, gran erudito y conocedor de las letras latinas.

       La narrativa empieza poco a poco a ser “moderna”  en el siglo XVI con las Novelas, de Mateo Bandello, muy utilizadas luego por otros autores, Shakespeare y Lope de Vega, entre otros;   el relato anónimo Doctor Faustus, que luego se versionaría tantas veces; las novelas satíricas de François Rabelais, Gargantúa  y Pantagruel;  el  Heptameron, de Margarita de Navarra, o la compleja novela preciosista Eufues o la anatomía del ingenio, de John Lyly.  Pero poemas muy famosos en su tiempo tenían también un contenido narrativo: como Amintas  o Jerusalén liberada de Torcuato Tasso.

         En el XVII  la mejor novela será el Quijote; no hay nada comparable en el resto del mundo. Es interesante  Simplicissimus, de Johann von Grimmelshausen, en la línea de la picaresca; comedidas y sin mucho brío las Aventuras de Telémaco, de Fenelón; peculiar el todo las obras alegóricas de John Bunyan, Vida y muerte del señor Malhombre y El caminar del peregrino desde este mundo al futuro, que es el verdadero arranque de lo que será en los siglos XVIII y XIX, la gran novela inglesa.

         Goethe, con Werther o Las afinidades electivas o Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister dará un fuerte impulso a la novela alemana, junto  con Novalis, autor del misterioso y delicioso Enrique de Ofterdingen.  En Francia hay obras de éxito, como el Cándido, de Voltaire, que no es propiamente novela, o el Gil Blas de Santillana, de Lesage, adaptación francesa de la picaresca española; o Pablo y Virginia, de Bernardine de Saint-Pierre; o la Manon Lescaut,  del abate de Prevost, que tanto juego daría como inspiración de óperas…

         La explosión se da esta vez en lengua inglesa, con escritores ingleses e irlandeses: Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy y Viaje sentimental, de Lawrence Sterne;  Clarisa, Pamela o la virtud recompensada, de Samuel Richardson; Diario del año de la peste, Robinson Crusoe o Moll Flanders de Daniel De Foe; Historia de las aventuras de Joseph Andrews y, sobre todo, Tom Jones, de  Henry Fielding; los Viajes de Gulliver o Cuento de una tina, de Jonathan Swift; o la divertida y amena El vicario de Wakefield , de Oliver Goldsmith.

         Todo está preparado para que en el siglo XIX se produzca una inaudita y luego ya no más repetida floración de la novela. Lo que en el siglo XIX fue la novela lo ha sido en el XX el cine. Sólo un título o a lo más tres por cada  autor, casi todos de una obra abundante en la que se pueden encontrar mucho de valioso. La novela del XIX es todo un programa de lectura para muchos años.

         Sigue en primer lugar Inglaterra con nombres como  Walter Scott (Ivanhoe,  Rob Roy, El corazón de Mid-Lothian),  Charles Dickens (David Copperfiel, Los papeles póstumos del Club Pickwik, Grandes esperanzas, Oliver Twist),  Jane Austen (Orgullo y prejuicio, Sentido y sensibilidad) Lewis Carroll (Alicia en el país de las maravillas) las hermanas  Brontë: Anne (La castellana de Wildfell Hall), Emily (Cumbres borrascosas)  y  Charlotte (Jane Eyre),    Wilkie Collins (La piedra lunar), Robert Louis Stevenson (La isla del tesoro), William Thackeray (La feria de las vanidades, Memorias de Barry Lyndon)), Thomas Hardy  (Judas el oscuro), George Elliot (Middlemarch), Anthony Trollope, (El rector).

         Pero en calidad y profundidad quizá gana Rusia con Lev Tolstói (Guerra y paz, Ana Karenina, Resurrección), Fiodor Dostoievski (Los demonios, Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, Memorias del subsuelo), Nicolas Gogol (Las almas muertas), Mijail Lermontov (Un héroe de nuestro tiempo), Alejandro Pushkin (La hija del capitán), Ivan Turgueniev (Padres e hijos).

         Sigue Francia, con Stendhal (La Cartuja de Parma, Rojo y Negro); Honoré de Balzac, autor de una obra ingente –la Comedia Humana-  en la que sobresalen títulos como Eugenia Grandet, Papá Goriot La prima Bette;  Gustave Flaubert (Madame Bovary, Una educación  sentimental);  Émile Zola (Germinal); Victor Hugo, (Los miserables); Alejandro Dumas (Los tres mosqueteros).  Y un autor del todo singular, J.K. Huysmans, cuyo A contrapelo es de lo mejor que puede leerse para entender el final del siglo XIX. Y naturalmente Julio Verne (Viaje al centro de la Tierra, Un capitán de quince años, Dos años de vacaciones, etc.), uno de los mejores autores para iniciarse en la lectura.

         En los Estados Unidos ya hay grandes autores y se prepara la gran explosión narrativa del siglo XX. Los mejores son: Henry James (Retrato de una dama, Otra vuelta de tuerca), Edgar Allan Poe (Los crímenes de la calle Morgue),  Mark Twain (Aventuras de Tom Sawyer), Nataniel Hawthorne (La letra escarlata), Herman Melville (Moby Dick).

         En Italia destaca, con  gran diferencia, Alessandro Manzoni (Los novios), además de  Giovanni Verga (Los malasangre) y Antonio Fogazzaro (Pequeño mundo antiguo).

         En Portugal hay dos narradores excepcionales: José María Eça de Queiroz (La ilustre casa  de los Ramires, El primo Basilio) y Camillo Castello-Branco (Amor de perdición).

         En Alemania no se ha dado la novela con el mismo empuje que en el resto de Europa, pero se destacan Gottfried Keller (Enrique el verde), Theodor Fontane (Effi Briest) y  Wilhelm Raabe (Crónica de la calle de los gorriones).

         Y entramos en la barahúnda y la babel del siglo XX, donde la lógica de las producciones en masa, de las promociones millonarias, unida a las modas y al leer, no tanto por la propia experiencia, sino por lo que dicen los medios que hay que leer o que más se leen, hacen que tengan fama o bien obras muy mediocres desde el punto de vista del arte o bien obras que se autoproclaman de vanguardias y son  prácticamente ilegibles no solo  para el gran público (que no pasaría de la primera página), sino incluso para el lector avezado. Por todo esto, y de forma consciente, en la reseña del siglo XX tiendo a quedarme solo con los valores muy consagrados y que han resistido el paso del tiempo.

         Estados Unidos:  Francis Scott Fitzgerald (El gran Gatsby);  de William Faulkner,  Nobel de Literatura,  empezar por la más famosa, El ruido y la furia   y seguir  por Luz de agosto, aunque Faulkner no es un autor fácil de leer;   Ernest Hemingway, tambien Nobel,  (El viejo y el mar), Sinclair Lewis, Nobel de Literatura,  (Calle Mayor), Saul Below (Las aventuras de Augie March), Edith Wharton (La edad de la inocencia)  William Saroyan,  interesante autor, descuidado durante un tiempo pero de nuevo en auge (La comedia humana),  J,D, Salinger (El guardián entre el centeno),  John Steinbeck (Las uvas de la ira) Carson McCullers, una gran escritora en El corazón es un cazador solitario,  Ray Bradbury (Crónicas marcianas),  Theodor Dreiser, (Una tragedia americana), Norman Mailer (Los desnudos y los muertos),  Thornton Wilder, (Los idus de marzo, ) Truman Capote (A sangre fría), Jack London (Colmillo blanco), John Dos Passos (Manhattan Transfer),Thomas Wolfe, (Mira hacia tu casa), Erskine Caldwell, (El camino del tabaco),  Robert Penn Warren ( Todos los hombres del rey),  Jack Kerouac (En la carretera); Toni Morrison, Nobel de Literatura (Beloved).

         En Inglaterra  Rudyard Kipling (El libro de la selva), Virginia Wolf (Mrs. Dallovay), John Galsworthy (La saga de los Forsyte) ,  Graham Green (El poder y la gloria), Joseph Conrad, (Lord Jim, El corazón de las tinieblas), H.G. Wells (La guerra de los mundos), George Orwell (1984, La granja de los animales),  Aldous Huxley (Un mundo feliz), Evelyn Waugh (Retorno a Brideshead, Noticia bomba), Doris Lessing, Nobel de Literatura (El cuaderno dorado), G.K. Chesterton (El candor del Padre Brown y en general todas las novelas de este personaje, excelente introducción a la lectura); William Golding, Nobel de Literatura (El señor de las moscas);  V.S. Naipaul, Nobel también  (El sanador místico)

         Caso especial merece el autor irlandés James Joyce (1882-1941). Su novela Ulises  es la más famosa del siglo XX y sobre la que más se ha escrito. Sin embargo, resulta impenetrable incluso para personas de amplios conocimientos; además, sus ingeniosos juegos de lenguaje pierden atractivo  traducidos a otras lenguas. Quien desee, con todo, conocer a Joyce tiene en Retrato del arista adolescente y en cuentos como los contenidos en Dublineses, muestras suficientes y de gran valor.

         En Alemania,  Thomas Mann, Nobel de Literatura, (Los Buddenbrook, Alteza Real, La montaña mágica), Jacob Wassermann (El caso Mauricio), Herman Hesse, Nobel,  (El lobo estepario, Sidharta), Alexander Döblin (Berlin Alexanderplatz),  Günter Grass, Nobel de Literatura,  (El tambor de hojalata),   Heinrich Böll, Nobel de Literatura, (Opiniones de un payaso), Joseph Roth (La marcha Radetzky). Escribió en alemán uno de los novelistas  más famosos del siglo XX, Franz Kafka, La metamorfosis, El proceso, El castillo, América, América. De Austria, Robert Musil, cuyo El hombre sin atributos, es una compleja, difícil y apasionante novela. Escribió en alemán Elias Canetti, Nobel de Literatura (Auto de fe).

         Durante el siglo XX nada menos que siete narradores franceses han recibido el premio Nobel: Romain Rolland, Anatole France, Roger Martin du Gard, André Gide, François Mauriac, Albert Camus y Claude Simon. Pero pocos de ellos han sobrevivido en el gusto de los lectores. El primer novelista francés del siglo sigue siendo Marcel Proust, por su colosal obra, de no fácil lectura para principiantes, En busca del tiempo perdido. Otros autores interesantes son Georges Bernanos (Diario de un cura rural),  Boris Vian (La espuma d elos días), Margueritte Yourcenar (Memorias de Adriano), Georges Perec, con la original, insólita y nueva La vida, instrucciones de uso.

         En Italia destacan Carlo Emilio Gadda (Aquel zafarrancho de via Merulana), Ítalo Calvino (Nuestros antepasados), Dino Buzzati (El desierto de los tártaros), Ítalo Svevo (La conciencia de Zeno  y una maravilla aislada, El Gatopardo, del Príncipe de  Lampedusa.

         En Rusia, Maximo Gorki (La madre), Boris Pasternak , Nobel de Literatura, (Doctor Zhivago) Vladimir Nabokov, nacionalizado norteamericano  (Lolita, Ada o el ardor) Aleksandr Solzhenitsyn, Nobel de Literatura,  (Un día en la vida de Ivan Denisovich, El primer círculo), pero el mayor escritor ruso del siglo es Mijail Bulhakov, cuya obra maestra, El maestro y Margarita, es de obligada lectura.

         Otros novelistas, del Norte de Europa, tienen las características de haber recibido el Premio Nobel de Literatura sin ser especialmente conocidos fuera de sus países: el noruego Knut Hamrun (Hambre),  la sueca Selma Lagerlof (La saga de Gösta Berling), el sueco Par Lagerkvist (Barrabás). Otros, como Bjørnstjerne Bjørnson,  Verner von Heidenstam o Johannes Vilhelm Jensen están hoy olvidados, salvo en sus países de origen.  Se puede citar también a la danesa Karen Blixen, con Lejos de África.

         Finalmente, un  grupo de   autores de diversos países que tienen en común haber recibido el Nobel de  Literatura:  los polacos Henry Sienkievicz (Quo vadis?) y Czeslaw Milosz (El poder cambia de manos); el egipcio Naguib Mahfuz (El callejón de los milagros), los  sudafricanos Nadine Gordimer (El conservador) y J.M. Coetzee) (Desgracia),  el japonés Kensaburo Öe (Una cuestión personal),   el portugués José Saramago, muy supravalorado en los medios, (Ensayo sobre la ceguera), el húngaro Imre Kertész (Sin destino), el turco Orhan  Pamuk (Estambul).

         Hay muchos más, pero eso forma parte casi de la actualidad, a la que hay que someter a la criba del tiempo. No pocas veces, el libro del año, cuando no calificado como el libro del siglo, es olvidado, merecidamente, al cabo de poco tiempo. De la actualidad se encargan las promociones que buscan lectores, es decir, ventas. En cambio, el tiempo, al pasar, no tiene en cuenta nada de eso. Hay cosas que son injustamente olvidadas en el tiempo, pero la mayoría simplemente han merecido el justo trato: brillaron con una luz quizá artificial y al extinguirse el combustible quedan en la oscuridad.

         Ni siquiera los premios literarios –el Nobel, el Pulitzer, el Planeta, etc.- son un criterio de selección. Los jurados pueden equivocarse y, con frecuencia, lo hacen. Muchos premios se conceden por razones coyunturales, políticas, de conveniencia. El verdadero jurado en el conjunto del lectores a lo largo del tiempo.

POR QUÉ LEER