Salmo: Sal 83, 3. 4. 5-6. 12 R. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Mí alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. R.
R. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. R.
R. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichoso el que encuentra en ti su fuerza y tiene tus caminos en su corazón. R.
R. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria; y no niega sus bienes a los de conducta intachable. R.
R. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!