BILL GATES Y LA INFORMÁTICA

BILL GATES Y LA INFORMÁTICA

Una noticia sin apenas importancia sobre Bill Gates me trajo a la memoria hace ya un tiempo muchos aspectos y nuevos matices de las aportaciones del gran economista de la Escuela Austriaca Von Mises. La potencialidad de las sugerencias austriacas en la nueva sociedad cultural, del conocimiento y la telemática, son enormes.

Al poner Von Mises la persona humana en el centro de la actividad económica no sólo contribuyó a diseñar los cimientos intelectuales para poner de manifiesto los graves errores económicos del socialismo y el malthusianismo que empobrecen, sino que, además, se adelantó casi un siglo a la explosión de esa sociedad cultural y del conocimiento que desde hace años estamos viendo amanecer. En las primeras páginas de La acción humana nos dice: «La experiencia cotidiana no sólo patentiza que el único método idóneo para estudiar las circunstancias de nuestro alrededor no humano es aquel que se ampara en la categoría de causalidad, sino que, además, acredita, y de modo no menos convincente, que nuestros semejantes son seres que actúan como nosotros mismos. Para la comprensión de la acción, a un sólo método de interpretación y análisis cabe recurrir: a aquel que parte del conocimiento y el examen de nuestra propia conducta consciente.» Lo que viene a decir la metodología misiana es que para saber algo de economía hay que mirarse por dentro e introducirse en el universo prácticamente infinito de la propia intimidad donde reina la libertad personal siempre nueva, misteriosa y sorprendente. La economía no se puede entender si la situamos en una órbita puramente física y matemática donde las complejas y tediosas ecuaciones nos describen otro mundo estático, intemporal y fantasmagórico donde todo gira uniformemente según leyes fijas y extrañas a la naturaleza humana.

Es precisamente por todo ello por lo que es absurdo pensar que si bien fue imposible conocer y controlar la sociedad en el pasado mediante múltiples coacciones, con el avance de la informática y las comunicaciones, sería posible hoy ejercer ese control desde alguna cúspide de poder humano apoyándose en espionajes sin cuento y utilizando esos artilugios electrónicos aparentemente inteligentes. Se ha intentado, y se sigue intentando, hacer funcionar el sistema socialista de coacción, aparentemente bien intencionada, recurriendo a grandes sistemas de ordenadores macrotécnicos y ultrarrápidos dirigidos por un ejército de burócratas al servicio de no se sabe qué causa.

La inutilidad de tales intentos de control y omnisciencia queda más patente aún si cabe al considerar el famoso principio de indeterminación de Heisenberg según el cual es imposible determinar con toda precisión, y simultáneamente, la posición y el momento de una partícula. Los propios instrumentos de medición y observación de la realidad distorsionan esa realidad, incluso física, que pretendemos conocer y, además, el tiempo transcurrido entre la medición y el conocimiento del resultado por el observador hacen imposible toda adecuación exacta. A lo anterior podemos añadir el desconocimiento que todos tenemos de nosotros mismos, la ignorancia radical respecto a los demás o lo demás, y la dificultad de transmitir esas intuiciones e informaciones concretas personales a los órganos directores. Podemos concluir que el afán socialista, o de cualquier otro colectivo, de conocer lo que ocurre en realidad para orientar la sociedad hacia donde creen es lo mejor, es un imposible integral.

Citando al profesor Huerta de Soto, experto conocedor de la escuela austriaca, diremos que «lo que no cabe admitir es que el órgano director esté dotado de capacidades sobrehumanas ni, en concreto, que tenga el don de la omnisciencia, es decir, que sea capaz de asimilar, conocer e interpretar simultáneamente toda la información diseminada y privativa que se encuentra dispersa en la mente de todos los seres humanos que actúan en la sociedad y que se va generando y creando ex novo continuamente por éstos.» La realidad es que el órgano director, a veces también llamado el órgano de planificación o intervención central o parcial, en su mayor parte desconoce, o tan sólo tendrá una muy vaga idea en torno a cuál sea el conocimiento que se encuentra disponible en forma dispersa en la mente de todos los actores que puedan llegar a estar sometidos a sus órdenes. Existe, por tanto, una pequeña o nula posibilidad de que el planificador pueda llegar a saber qué o cómo buscar y dónde encontrar los elementos de información dispersa que se van generando en el proceso social y que tanto necesita para controlarlo y coordinarlo.

Podemos añadir aún más. No sólo el avance en la informática y las comunicaciones no facilitan la intervención y el control, sino que lo hacen mucho más difícil, complejo e imposible. Todos los instrumentos técnicos potencian el trabajo o la acción física e intelectual y lo hacen más rico y variado. Potencian y amplían en definitiva la personalidad individual de todos los usuarios haciendo mucho más compleja la sociedad humana. La tendencia imparable de la informática se ha decantado definitivamente hacia los ordenadores personales y la informática de consumo lo que hace que se incremente aun más el grado de complejidad del problema para el órgano director sea cual fuere. Veinte años después de la muerte de Mises su embrión intelectual adquiere una relevancia magistral en esta sociedad del conocimiento.

JJ Franch