Revolución, mundo moderno, cristianismo y libertad

POR QUÉ LEER

Índice

Introducción

Primera parte. El universo de la lectura

  1. Por qué leer

  2. Quiénes leen

  3. Cuándo aprender a leer

  4. Dónde leer

  5. Cuándo leer

  6. Cómo leer

  7. Qué leer

  8. Lectura e imitación

  9. El comentario de texto

 

Segunda parte. Una selección para poder elegir 

  1. Leer poesía

  2. Leer teatro

  3. Leer novela en castellano

  4. Leer novela de otras literaturas

  5. Leer ensayos

  6. Libros de culto

  7. Los libros, el bien y el mal

 Conclusión

DESDE LA UNIVERSIDAD
Ensayos cortos, separatas y conferencias magistrales
POR QUÉ LEER
 Rafael Gómez Pérez
Every View – Ediciones

8.- Constantes humanas

8.- Constantes humanas Cuando se  defiende aquí la secularidad se entiende implícitamente una religión que, primero, para ser coherente con sí misma, defiende, antes que nada, la libertad de la conciencia, entendida como la honradez de una búsqueda que puede abrazar la creencia o la increencia. De eso suele derivarse, en las sociedades actuales, un… Seguir leyendo 8.- Constantes humanas

Primera parte.  El universo de la lectura – 1. Por qué leer

Primera parte.  El universo de la lectura  1. Por qué leer          Leer, igual que hablar, es  una necesidad. Aprender a leer y escribir es aprender a expresarse a través de un medio especialmente eficaz, base de todos los demás. Lengua hablada y lengua escrita están íntimamente unidas.          La anterior y  elemental consideración sólo… Seguir leyendo Primera parte.  El universo de la lectura – 1. Por qué leer

11.- La verdadera trascendencia

11.- La verdadera trascendencia          Es esencial, por eso, tener una idea verdadera de la trascendencia espiritual. El Diccionario de la Academia no es especialmente avispado al definir el sustantivo trascendencia. La primera acepción, es “penetración, perspicacia”, algo no muy en el uso corriente del idioma. La segunda es “resultado, consecuencia de índole grave o… Seguir leyendo 11.- La verdadera trascendencia

4. Leer novela de otras literaturas – Por qué leer

4. Leer novela de otras literaturas          Hay relatos desde tiempos muy antiguos, en casi todas las culturas.          Del antiguo Egipto, unos 1.800 años antes de Cristo quedan varios relatos jeroglíficos: la Historia del náufrago, Historia de Sinhué e Historia de los dos hermanos. De la civilización asiria tenemos el poema Gilgamesh, también del… Seguir leyendo 4. Leer novela de otras literaturas – Por qué leer

Segunda parte. – Una selección para poder elegir – 1. Leer poesía

Segunda parte. Una selección para poder elegir          Nadie puede poner como excusa para no leer el que no haya los suficientes libros de calidad, de gran calidad casi siempre. En esto, la producción mundial, cribada por el paso del tiempo, sigue siendo muy abundante. En las páginas que siguen se dan unas cuantas orientaciones… Seguir leyendo Segunda parte. – Una selección para poder elegir – 1. Leer poesía

12.- El fin de un equívoco

Es difícil calcular cuánto durará aún el equivoco que opone religión a libertad, sobre todo cuando se sabe, como se sabe, que hay gente empeñada en perpetuarlo. Pero al menos es útil conocer la verdadera historia, las circunstancias que hicieron nacer el equívoco así como la obra de quienes nunca se prestaron a él y defendieron simultáneamente la hondura de la religión y el carácter casi sagrado de la libertad.
En los últimos dos siglos el mundo y, en particular Europa, ha sufrido mucho las consecuencias de pensamientos limitadores, unilaterales y, en el fondo, fanáticos. Un pensamiento dicotómico que solo es capaz de distinguir el blanco y el negro. Cuando se aspira a una mirada más abarcadora, más matizada, realidades que parecían contrarias se ven que son notas de una armonía superior. Todo lo que limita empobrece al hombre. En este sentido en toda su vigencia aquel viejo consejo de Horacio: sapere aude, atrévete a saber[67].
[67] “Dimidium facti, qui coepit, habet; sapere aude, incipe”; Epistola,  I, 2, 40; versión castellana en  Virgilio. Horacio, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1952, p. 929: “El que empieza una cosa ya tiene hecha su mitad; atrévete a saber, empieza”.

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Historia de un equívoco

                                                                 Rafael Gómez Pérez

10.- Iglesia, institución y carisma

         Esa oposición a una cultura empobrecida y, en la práctica, enemiga de Dios se parecería a la actividad de los profetas del Antiguo Testamento y, en el Nuevo, a la acción de Juan el Bautista. Además de preparar la aceptación de Cristo, Juan no guarda silencio ante la corrupción que le rodea. De hecho, según se narra en los Evangelios, la gota que quizá colmó el vaso de la cólera de Herodes fue aquello de “No te es lícito tenerla” (como esposa a Herodías, que era la mujer de Filipo, hermano de Herodes). “Y aunque quería matarle, tuvo miedo de la turba, pues le tenían como profeta”[61]. El profeta suele resultar incómodo, porque dice verdades que mucha gente no quiere oír.
Para poder actuar como un revulsivo, en la Iglesia debería, haber más respuestas proféticas a las situaciones históricas, aun manteniendo en toda su vigencia que la institución,  lo estable y permanente siendo un sacramento, es también carisma. El cardenal Ratzinger trató este tema en una conferencia del 27 de mayo de 1998 “Los movimientos eclesiales y su colocación teológica”  al inaugurar en Roma el  Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales, organizado por el Consejo Pontificio para los Laicos[62].
“¿Qué son, en efecto, los elementos institucionales implicados que orientan a la Iglesia en su vida como estructura estable? –se preguntaba Ratzinger-. Obviamente, el ministerio sacramental en sus diversos grados: episcopado, presbiterado, diaconado. El sacramento, que -significativamente- lleva consigo el nombre de Orden, es en definitiva la única estructura permanente y vinculante que, diríamos, da a la Iglesia su estructura estable originaria y la constituye como Institución (…).
Que el único elemento estructural permanente de la Iglesia sea un sacramento, significa, al mismo tiempo, que éste debe ser continuamente actualizado por Dios”.
Ese carisma institucional tiene como ámbito todo el mundo, la Iglesia es pues universal y aunque existan con toda legitimidad iglesias locales, también en lo local deber estar el aliento, por así decir, local.  Cuando esto no sea, surge un localismo que suele encerrarse en sí mismo, lo que le hace especialmente incapaz para lo que puede llamarse el carisma de la contestación (en el ámbito teológico se diría “denuncia profética”. En palabras de Ratzinger,  “las iglesias locales pueden haber pactado con el mundo deslizándose hacia cierto conformismo, la sal puede hacerse insípida, como en su crítica a la cristiandad de su tiempo, recrimina con hiriente crudeza Kierkegaard”.
Otro inconveniente para ese carisma es la existencia en la Iglesia, como apuntaba también Ratzinger, de “instituciones de derecho meramente humano, destinadas a múltiples formas de administración, organización, coordinación, que pueden y deben desarrollarse según las exigencias de los tiempos”. El entonces cardenal señalaba a continuación: “hay que decir a renglón seguido, que la Iglesia tiene, sí, necesidad de semejantes instituciones; pero, que si éstas se hacen demasiado numerosas y preponderantes, ponen en peligro la estructura y la vitalidad de su naturaleza espiritual. La Iglesia debe  continuamente verificar su propio conjunto institucional, para que no se revista de indebida importancia, no se endurezca en una armadura que sofoque aquella vida espiritual que le es propia y peculiar”.
Recordando que el ministerio sacerdotal es, en sí mismo, un carisma, el cardenal decía: “Allá donde el ministerio sacro haya sido vivido así, pneumáticamente y carismáticamente, no se da ninguna rigidez institucional: subsiste, en cambio, un apertura interior al carisma, una especie de olfato para el Espíritu Santo y su actuar. En líneas generales, la Iglesia deberá mantener las instituciones administrativas lo más reducidas posible. Lejos de sobreinstitucionalizarse, deberá permanecer siempre abierta a las imprevistas, improgramables llamadas del Señor”.
Si al complejo ante el “mundo moderno” se uniese un cierto enquistarse en las instituciones administrativas o un repliegue hacia lo local, los cristianos no estarían en un ámbito que les animase a “comerse el mundo”, aun a riesgo de equivocarse. Ese mirar de tú a tú a cualquiera, porque nadie es más que nadie, tendría que hacerse desde esa secularidad trascendente de la que se habló en otro apartado de este ensayo.
[61] Mateo, 14, 5.

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                                                                 Rafael Gómez Pérez

9.- Sin miedo a la revolución

9.- Sin miedo a la revolución          Revolución en su sentido originario no es más que el movimiento completo de un planeta en su órbita. Es decir, volver al principio. Lo cual llevaría a aquellas entre cínicas y escépticas palabras de Fabrizio a su tío, el príncipe di Salina en Il Gattopardo: “Si queremos que… Seguir leyendo 9.- Sin miedo a la revolución