La soberanía del individuo

La libertad del productor nos lleva naturalmente a la condición del empresario, esa actividad, esa percepción que consiste en descubrir cómo satisfacer deseos ignorados de los consumidores. El empresario es aquel (siendo siempre, a fin de cuentas, un individuo) que adivina una necesidad generalmente desconocida –y por consiguiente insatisfecha- y que, a partir de esa idea o intuición personal y minoritaria, reúne los recursos necesarios para poner en marcha un método nuevo para satisfacerla. El empresario es un revolucionario tranquilo: revolucionario porque asume riesgos para satisfacer una necesidad que las empresas establecidas ignoran, y tranquilo porque interviene pacíficamente  en el mercado  porque su proyecto se deriva de su intuición profunda de la sociedad en la que vive. El empresario es un anarquista del establishment.

Lemieux Pierre, La soberanía del individuo, (Madrid: Unión Editorial, 2000, 2ª Edición), p. 69