Conclusión – Por qué leer

Conclusión

          Cuando  en los años ochenta del siglo pasado empezó el auge de la informática algunos dijeron que iba a desaparecer el papel y que  eso era bueno para los bosques y demás argumentos medioambientales. No sólo no ha desaparecido el papel, sino que se han multiplicado las impresoras. Y como lo demuestran los libros antiguos, los primeros que se imprimieron, el papel es más seguro para conservar datos que los soportes electrónicos, que pueden borrarse de mil modos y de forma global. Por lo que lo razonable es que lo que de verdad interesa se tenga en los dos formatos.

         Hoy abundan los recursos audiovisuales, pero a nadie o a muy pocos se les ocurre que por eso desaparecerá el libro. Aun en el caso de que aumentase de forma exponencial los textos de las bibliotecas virtuales –una gran idea para poner libros clásicos al alcance de todos-, el libro seguirá ahí, para quien, además de la experiencia de leer en pantalla sin tocar el cuerpo del libro, deseen esa otra, sensorial, táctil.

         Los grandes avances en los recursos humanos –el alfabeto, la escritura, la imprenta, la informática- no se excluyen, sino que se acumulan, Por la misma razón, quien desee albergar todas esas ganancias ha de, a la vez, leer, escribir, manejarse entre libros y estar al día en lo virtual.

         Hay muchas personas que aman los libros –se llaman bibliófilos. Buscan la indefinida variedad de formatos, tipos, ilustraciones. Aprecian las primeras ediciones. Les ilusiona la rareza, ese libro único, del que queda un único ejemplar y que trata de algo insólito y bello.

         Algunos pocos  bibliófilos ven con desconfianza los avances que ha traído la informática. Pero no tienen razón. Las ventajas de la Red por antonomasia son tan evidentes que hay que saludarlas como  en su tiempo se celebró la extensión de la imprenta. De tener que escribir los libros uno a uno se pasó a una impresión que permitía una difusión entre muchos. La difusión de la Red es literalmente global, mundial, con los únicos límites del conocimiento de los idiomas –pero el inglés funciona como lengua vehicular- y la censura de algunos Gobiernos.

         Es muy probable que si se contabilizara lo que se lee en la Red se demostraría que gracia a ella en esta época se lee más que en ninguna otra. La Red permite consultar el texto de muchos libros, sin tener que ir a una biblioteca. Es verdad que leer, por ejemplo, Guerra y paz, en pantalla debe ser algo arduo y cansado, pero no lo es buscar en Internet opiniones, juicios, fragmentos, versiones de cine, etc. una vez que se ha leído el libro.

         En cambio, es muy fácil y expedito leer poesía en la Red, porque los mecanismos de búsqueda funcionan muy bien. Hace un tiempo me vino a la cabeza un poema de un poeta venezolano que me llamó la atención en los tiempos lejanos del bachillerato y que después no he vuelto a leer. Me acordaba de que trataba del Kempis, el  autor de la Imitación de Cristo, un libro que se leyó mucho desde su aparición en el siglo XV, hasta el punto de ser comparado, en ediciones, con la misma Biblia. Voy al Google,  como millones de personas, pincho “Amado Nervo, Kempis” y allí está el poema.

         Y ya que se ha  hablado de Kempis, podríamos acabar con un pensamiento suyo: “He buscado paz por todas partes, pero no la he encontrado en ningún lado, excepto en un rincón con un libro”.

POR QUÉ LEER