EL PELIGRO DE LAS ABSTRACCIONES

EL PELIGRO DE LAS ABSTRACCIONES

           Hemos afirmado que la valía de algo es una relación de conveniencia del objeto valorado a los fines del sujeto término. Debemos añadir ahora que esa relación es una relación real. En el mundo económico no basta con idear, hay que «materializar». No nos podemos quedar en meras abstracciones, sino que hay que descender al terreno de lo concreto. Los valores económicos no son sustancias autóctonas que fluyan a su antojo en el universo. Si la valía de los bienes es una relación, necesita de una sustancia sobre la que apoyarse, necesita de algún sujeto que le sustente. No nos podemos mover en el terreno de las imaginaciones. El valor es una propiedad de los bienes, tiene una dependencia radical respecto a la sustancia. Si no existe el objeto valorado, el valor no tiene existencia real.

          Por ser el hombre un ser perfectamente compenetrado de cuerpo material y alma racional necesita de los bienes materiales. Para mostrar la posibilidad de un tratamiento meramente empírico, el economista llamado «científico» tiende a colocarse fuera del alcance del «vulgo», refugiándose en el ámbito de las abstracciones. Los modelos, las ecuaciones y la compleja terminología especializada, conforman un medio de comunicación con patente exclusiva para expertos, alejando de este modo cualquier atisbo  de consideración ético-filosófica respecto a los auténticos fines de la naturaleza humana. No sólo los diferentes productos, con  sus peculiaridades, sino incluso las personas, con su variopinta y rica originalidad, quedan homogeneizadas y reducidas a meros números, como cuando aparecen en el denominador para calcular la «Renta per cápita».

          La reducción a cifras abstractas y monetarias deja de lado y difumina la compenetración entre los distintos bienes y entre éstos y las diferentes aptitudes,  características y finalidades de las personas concretas. Detrás de los conceptos económicos están los hombres vivos y concretos por lo que hay que tratar de evitar manejarlos como realidades fantasmagóricas y como fuerzas anónimas.

          No conviene olvidar en definitiva que la variable a incrementar en todo proceso de desarrollo económico es esa relación u ordenación real de los recursos naturales a los auténticos fines de la naturaleza humana. Hay que vencer la tentación de confundirlo con crecimiento cuantitativo e indiscriminado de mercancías; y la de desligar el valor económico, mediante abstracciones, de las  peculiaridades de los distintos bienes y de las determinadas condiciones, necesidades y auténticas finalidades últimas de las personas concretas.

Mediterráneo

José Juan Franch Menéu