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DEMANDAS DINÁMICAS CRECIENTES

          Quedan todavía muchos reductos en la economía española donde se aplica la clásica economía de demanda en la que la empresa se dedica a producir «grosso modo» toda la producción posible suponiendo una demanda estática y homogénea. Si rige esta economía de demanda fija, los valores cuantitativos, la eficacia técnica y el aumento continuado de la producción material homogénea son lo decisivo. El proceso de la revolución industrial clásica presenta un fuerte componente inercial. Se tiende a extrapolar el mercado de demanda arbitrándose mecanismos artificiales para estimular un consumo que absorba una evidente superproducción.

          Frente a esta economía de demanda emerge con fuerza la llamada economía de oferta en donde pasa a un primer plano la oferta diferenciada y con valor añadido importante. En las empresas se ponen en primer lugar los valores cualitativos y dinámicos donde la innovación tecnológica y la capacidad de percibir las variaciones del entorno social constituyen las exigencias más importantes. No es que se dé una sobresaturación de productos sino que el cambio de estilos de vida exige la producción de nuevos productos y servicios. Si se difunde además la educación y aumenta la cultura, las demandas trascienden las necesidades básicas y se dirigen hacia bienes que requieren una elaboración más diversificada y sofisticada. Lo que el consumidor busca en algunos productos y servicios es satisfacer su deseo de manifestación y realización, su auto perfeccionamiento interior. En la sociedad cambiante del conocimiento priman más los planteamientos que exigen una reconversión continua hacia las nuevas demandas de los mercados.

          El nuevo horizonte de esta sociedad está en la flexibilidad de una oferta que descubre las necesidades cambiantes de la demanda y se pliega a ellas. El valor servicio aparece como el factor emergente y de futuro. Este proceso se ha acelerado además por la globalización e interdependencia crecientes. En pocos años se ha pasado de estructuras sociales que trataban de operar en compartimentos estancos a un modelo en el que la intercomunicación lo penetra todo. Antes se buscaba la autosuficiencia de los agentes económicos y sociales procurando aislarlos o distanciarlos. Hoy en cambio se piensa que la comunicación no perturba sino que enriquece. El conocimiento, y en concreto el mejor conocimiento de las necesidades superiores de la naturaleza humana, se pone en la base y el centro del progreso social y empresarial. Se hacen necesarios los modos de pensar más dinámicos, universalistas y humanistas.