La formación ética del precio en los mercados financieros – Apartado 6 – Capítulo III – Crisis económicas y financieras. Causas profundas y soluciones.

Crisis económicas y financieras. Causas profundas y soluciones.

Capítulo III 

Ética en la libertad de los mercados

Apartado 6

La formación ética del precio en los mercados financieros

          Además de poner en contacto a demandantes y oferentes de activos financieros para el posible intercambio, los mercados financieros sirven de cauce para la determinación del precio justo e idóneo de esos activos contrapesando posiciones de oferta y demanda. Un mercado bursátil activo y bien organizado es un componente fundamental del mercado de capitales al posibilitar la existencia del mercado de emisiones de títulos a largo plazo, a través del cual se canalizan directamente recursos para la inversión. La propensión para adquirir títulos depende de la posibilidad de liquidez que encierra el mercado secundario al eliminar toda idea de tiempo o plazo entre emisor y suscriptor. Todo inversor que necesita dinero puede acudir a estos mercados ofreciendo valores a cambio de liquidez y viceversa, con la garantía que la operación se realiza a un precio justo. Su buen funcionamiento en la determinación de los precios es indispensable para el incremento de las inversiones.

         Como indicaba Peter Koslowski (1987) un conjunto de problemas éticos importantes aparecen en la fijación de los precios de los distintos bienes y servicios públicos o privados, también, y especialmente, en los mercados financieros.  El reparto de ventajas e inconvenientes entre compradores y vendedores a través del precio es una cuestión abierta entre dos partes contratantes y, por lo tanto, un asunto relevante desde una perspectiva ético-económica donde aparece como factor importante el juego limpio. El establecimiento de los precios, incluso en mercados de competencia, se muestra como un fenómeno socioeconómico y no solamente material y neutral. El intercambio pacífico y socialmente convenido es en definitiva un acto de solidaridad, de unidad social.

          Para que esos contratos sean justos, y sean percibidos así desde un punto de vista éticamente correcto, se requiere:

         1) Que el bien objeto de intercambio sea auténtico y no aparente, en el que no se saque provecho de esas falsas ilusiones creadas a través de la manipulación por parte del vendedor y sin haber creado un valor económico real. Todo un rosario de  operaciones éticamente condenables surge de la simulación de circunstancias engañosas. Falsificación en definitiva.

          Los factores que más influyen en el precio relativo de un activo financiero frente a otros son los que definen sus rendimientos futuros esperados, su capacidad efectiva de liquidez (es decir de reconversión), y su riesgo. Cualquier nueva información que se adquiera sobre esos factores modifica instantáneamente el precio del activo. La distorsión y manipulación de la información provoca de inmediato falsedad en los precios de los diferentes activos.   Apuntes contables interesados, auditorías tergiversadas por la connivencia del auditor con su cliente, memorias que esconden todo lo negativo,   movimientos de autocartera para influir sobre la imagen de la compañía,… etc. son algunos casos de falseamiento de la información que en definitiva es, en el caso de los activos financieros, falseamiento del producto que se intenta vender. Como cada vez están más extendidos los activos financieros (opciones y futuros) cuyo  valor depende de aquel que alcance otro activo financiero sobre el que van referidos (activo subyacente), el falseamiento informativo en un valor da lugar a distorsiones en toda una amplia gama de activos concatenados en el sistema. El daño  causado no se puede cuantificar y es irreversible.

          En el falseamiento del producto se pueden mover muchos hilos del sistema con operaciones complejas de la mal llamada ingeniería financiera. Las operaciones se presentan con una aparente profesionalidad y solidez y el entramado de sociedades que intervienen directa o indirectamente en el proceso, no permite establecer claramente cuál es su auténtica entidad. Gran parte del negocio especulativo se basa en esa apariencia no verificable. Difuminar y falsear la claridad de la información en los mercados financieros es degradar el producto y restar credibilidad y eficacia a los precios que son el factor de coordinación de todo el sistema.

          2) Que los ingresos que se originan en el intercambio no sean consecuencia del aprovechamiento de situaciones de poder de vendedor,  comprador o intermediario.

          Las posiciones preeminentes en poder financiero y, simultáneamente, en información relevante y privilegiada pueden utilizarse injustamente para distorsionar el precio justo en los mercados. Se pueden realizar ventas masivas de las acciones de una empresa por quien tiene esa posición de poder especial para que los demás poseedores vendan también. La baja significativa del precio de las acciones puede crear la situación ideal para la recompra de acciones a un precio menor, o para una oferta pública de adquisición (OPA), que transfiera la propiedad de la empresa a un tercero con quien se ha pactado anteriormente. Si no existe una autorregulación de carácter ético en los agentes con poderes especiales, los mercados se convierten en el campo de batalla de luchas oligopolistas entre unos cuantos con estrategias lícitas e ilícitas que nada tienen que ver con la economía real, que dañan la justicia en los precios de los diferentes valores,  que expulsan a quienes se encuentran en situaciones más débiles o que fomentan en estos las actitudes a convertirse en «free riders«. De nuevo los efectos secundarios negativos de las conductas antiéticas pueden ser significativos para el conjunto.

          Este tipo de comportamientos distorsionantes es especialmente tentador para los intermediarios que gestionan volúmenes importantes de fondos y valores. Los fondos de inversión y los fondos de pensiones han incrementado notablemente su protagonismo en España en los últimos años. Pero para resaltar este hecho basta con tener en cuenta que los fondos mutuos de inversión en el mercado estadounidense gestionan ya unos 280 billones de pesetas, cuatro veces el PNB español, con lo que se aproximan al nivel de los depósitos bancarios del país. A comienzos de la década de los 80 sólo representaban el 10% de ese total de depósitos. No sólo los mercados de capitales sino también los mercados monetarios son objeto de operaciones de este tipo que incluso los Bancos Centrales de la mayoría de los países difícilmente pueden contrarrestar. Mucho menos cuando sus actuaciones en la defensa de los tipos de cambio estaban limitada por bandas estrechas de fluctuación como era el caso del Sistema Monetario Europeo cuando se produjo la crisis perturbadora en septiembre de 1992.

         3) Son rechazables también éticamente aquellas formas de ingreso que surgen porque se crea para el comprador o para el vendedor una situación de emergencia.

          La euforia financiera de los años 80, unida a las ilimitadas facilidades crediticias de que gozaron las sociedades dinámicas allanó la toma de propiedad por empresas ajenas y con fines especulativos. Pero en la actual época de recesión las posibilidades de especulación con las empresas en dificultades son enormes. Sólo en Europa se cerraron casi 200.000 sociedades en 1992. Las debilidades de las empresas son una baza tentadora para la especulación empresarial que cuenta con la infravaloración de algunos activos que se esperan revender a buen precio en el desmantelamiento posterior de la empresa. De la misma forma que no es ético pagar un salario ridículo a un trabajador aprovechándose de su necesidad e independientemente de su aportación marginal real al proceso productivo de una empresa, tampoco es ético aprovecharse injustamente de las situaciones de emergencia, quizás coyunturales, de toda una organización. No sólo una entidad privada puede estar en situación de emergencia sino que también todo un Estado puede estar en situación delicada por su Deuda acumulada y ser objeto de una cierta extorsión financiera.

       4) Otro tipo de bienes aparentes son la resultante de ilusiones falsas favoreciendo el autoengaño de terceros y la explotación de su inexperiencia. Fomentar excesivamente la vanidad, el autoengaño o el afán de prestigio de la otra parte puede también constituir ingresos injustificados.

          Se puede incluir en este apartado el importante problema que surge en el engaño o fraude en la mercancía que se da por la inflación o la poca solvencia de la institución financiera que lo garantiza. Especialmente en los mercados monetarios, donde la solvencia es especialmente supuesta y significativa, la aceleración de los procesos inflacionistas genera una ilusión óptica perjudicial que puede considerarse como fraude generalizado pero especialmente relevante respecto a las personas menos cultas y menos informadas.

          Respecto al exceso de protagonismo profesional cabe indicar que los rendimientos de los valores de renta variable dependen de la política de distribución de dividendos, de las variaciones experimentadas por los beneficios de dicha entidad y de las posibles plusvalías originadas por el incremento de valor de dichos títulos. La vanidad y el afán de prestigio de los directivos de una entidad pueden distorsionar los rendimientos de los valores de su empresa restringiendo sin razón el reparto de dividendos al objeto de disponer de mayor poder económico para gestionar directamente.

Crisis económicas y financieras. Causas profundas y soluciones.

Capítulo III
ÉTICA EN LA LIBERTAD DE LOS MERCADOS