POR QUÉ LEER – Rafael Gómez Pérez – Introducción

Introducción

                    “No hay libro tan malo –dijo el bachiller- que no tenga algo bueno”. (Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha)

         Cuando el libro es de autor, salido de su experiencia, de su reflexión, de su arte o  de su habilidad –y no es plagio, ni simple recopilación de lo que otros han dicho-, es un producto artesano que merece todos los respetos, especialmente en una época de masiva producción industrial, cuando se hacen millones de objetos con un solo molde.

         No hace falta decir que se merece que lo lean, porque ese es el singular destino del libro. No se hacen (o no se deberían hacer) para aparentar cultura, para engrosar el currículum o por simple vanidad. El libro se merece el mejor trato: tomarlo en las manos, acariciar su lomo, oler su tinta, mirarlo, leerlo.

         Cuando la lectura es sincera y se  deja cautivar, el lector o la lectora crecen como personas, se hacen más. Todo cambia cuando en el secreto archivo de la memoria personal han ido a parar cientos o miles de páginas de libros que merecen la pena ser leídos.

         Este ensayo  trata de por qué, cuándo, dónde, cómo, qué leer, seguido de una lista de libros de poesía, teatro, novelas y ensayos que, leídos, hacen mejor a quienes los leen.

         En una sociedad que parece encandilada en la visión de imágenes, que ahorra el trabajo de pasar la vista por las páginas, hay que recordar que, como decía el poeta Mallarmé, “en el fondo, el mundo está hecho para ir a parar a un buen libro”. En los libros tenemos toda la tradición, como cantó Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos,/con pocos, pero doctos libros juntos,/vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos”.

         Absteniéndose de leer se corre el riesgo de hacer pasar  por propio lo que ya ha sido escrito muchas veces y mejor.  Habrá que recordar una vez más la famosa frase de Keynes: “Los hombres prácticos, que se creen libres de toda influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto”.

         Leer, en definitiva, es sumar.