El Mercado de San Miguel: entre la tradición y la vanguardia gastronómica
Situado junto a la Plaza Mayor, el Mercado de San Miguel es hoy uno de los espacios más emblemáticos del centro histórico de Madrid, y también un punto de paso para los peregrinos que recorren la Ruta Complutense del Camino de Santiago. Este mercado combina a la perfección la historia, la arquitectura del hierro y la cocina más actual.
En la Edad Media, el lugar albergaba un mercado al aire libre, rodeado de pequeños puestos donde los gremios artesanales vendían sus productos. Ya en tiempos de José Bonaparte, se ordenó la demolición de la Iglesia de San Miguel de los Octoes, dando paso a una pequeña plaza donde, en 1809, comenzó a funcionar un mercado especializado en pescado, aún sin cubierta.
Entre 1913 y 1916 se construyó el actual edificio cerrado, sin interrumpir la actividad comercial. El proyecto, obra del arquitecto Alfonso Dubé y Díez, se inspiró en otros mercados europeos como Les Halles de París, con una elegante estructura de hierro fundido, cubiertas inclinadas, un sistema moderno de desagües y una crestería cerámica que aún corona el conjunto. El acristalamiento exterior es una incorporación posterior.
El Mercado de San Miguel es el único ejemplo de arquitectura del hierro que se conserva en Madrid, ya que otros mercados similares fueron demolidos con el paso del tiempo. Tras un periodo de decadencia comercial, en 1999 se impulsó su rehabilitación con apoyo de la Comunidad de Madrid, fondos europeos y la colaboración de los comerciantes. Sin embargo, no fue hasta 2009 cuando el espacio cobró nueva vida.
Un grupo de emprendedores apasionados por la arquitectura, la cultura y la gastronomía creó la sociedad El Gastrónomo de San Miguel, actual gestora del mercado, que reabrió sus puertas con una nueva propuesta: productos de alta calidad, tapas gourmet, cocina tradicional y de autor, y una experiencia pensada tanto para comprar como para degustar in situ.
Hoy, el mercado es un punto de encuentro para madrileños, visitantes y peregrinos que recorren las calles del casco histórico. Además de su oferta culinaria, acoge actividades culturales y eventos gastronómicos, contribuyendo a revitalizar el corazón antiguo de Madrid.
