6. Libros de culto

Por qué leer – FAMILIA MUNDIAL

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6. Libros de culto – Por qué leer

6. Libros de culto

         Todos o casi todos los libros nombrados antes tienen en común la calidad y ser accesible a la mayoría de las personas con cierta afición a la lectura y de una cultura media, cosa que se adquiere precisamente leyendo.         Pero hay autores que, por las razones que sean, han pensado que su mundo requiere un lenguaje específico, a veces difícil, a veces hermético, con lo que, lo quieran o no, reducen su público a una minoría. Eso sí: esa minoría adora de tal manera esas obras que pueden  convertirse en  libros de culto.

         La categoría de libros de culto es difusa. Para entendernos, en una primera aproximación, el libro de culto es la antítesis del best seller. No es que no se venda, pero lo hace por goteo, al cabo de los años, quizá de los siglos. No tiene vocación de público mayoritario, pero el público que tiene es experto, asiduo y gozoso. Es ese lector al que Baudelaire puede decir aquello de    hypocrite lecteur, -mon semblable, – mon frère, hipócrita lector, mi semejante, mi hermano. “Es el lector ideal achacado de un ideal insomnio”, que escribió Joyce en Finnegans Wake, otro libro de culto. O lo que decía el conde de Lautrémont, en los singulares Cantos de Maldoror: “si el lector encuentra esta frase demasiado larga que acepte mis excusas, pero que no espere de mí vilezas”.

         Stendhal buscaba lectores así cuando escribía: “Una novela es como un arco; la caja de resonancia del violín que produce los sonidos es el alma del lector”. Para el lector de libros de culto, la lectura, como decía Borges, “puede ser un acto creador, no menos que la escritura” porque “leer un libro es ser sucesivamente los diversos personajes del libro”.

         Los lectores de culto suelen buscar aquellos nichos de libros que por su antigüedad, rareza u originalidad no son del gusto general del público. Por ejemplo, la saga artúrica, con Chrétien de Troyes y otros; o algún autor especial, como el poeta Rimbaud, que escribió una nueva y fuerte poesía y luego abandonó ese trabajo y se dedicó a todo lo contrario; o aquellos autores que pueden calificarse de malditos,  por haberse opuesto a las convenciones sociales de su  tiempo.

         También puede darse que autores y libros con mucha difusión sean a la vez, para otros, autores de culto; el caso reciente más conocido es el de Tolkien, no sólo con El señor de los anillos,  sino con todo: El hobbit, Silmarillion, etc.

         Lo normal, en los autores de culto, es que, a pesar de haber obtenido reconocimientos públicos por su calidad, no consiguen llegar a una masa de lectores, aunque los que los gustan tienen, por así decir, un placer especial: el de la calidad y el de la rareza. Hay muchos autores de culto. En España, por ejemplo, José Jiménez Lozano, a pesar del premio Cervantes;  fuera,   Isaac Bashevis Singer o Elías Canetti o Ivo Andric,  a pesar de ser premios Nobel de literatura. Pero hay muchos más, antiguos y modernos: los franceses  Gerad de Nerval o J.K. Huysmans,  los británicos William Blake y Lawrence Durrell,   el suizo Robert Walser, el austriaco Thomas Bernhard…

         Otras veces hay libros de cultos de autores bien conocidos, como es el caso de El guardián entre el centeno, de Salinger, Sidharta, de Hesse o El maestro y Margarita, de Bulgákov.

         De ordinario, los obras de culto se caracterizan por su calidad, su intemporalidad, su capacidad para captar lectores de todas las edades y de todas las condiciones. Suelen tener una cierta aura de “rareza”, de algo iniciático, a lo que sólo tienen acceso algunos.

Huella
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