Si cuanto existe en el universo (hidrógeno, oxígeno, piedras o gatos) es susceptible de ser identificado, clasificado, y su naturaleza examinada, entonces también lo puede ser el hombre. Los seres humanos también han de tener una naturaleza específica con propiedades investigables y de las que obtener conocimiento. Los seres humanos son seres únicos en el universo en el sentido de que pueden estudiarse a sí mismos[1], además del mundo que les rodea, y de hecho lo hacen, en el intento de hacerse una idea de qué objetivos deben buscar y qué medios pueden emplear para alcanzarlos[2]. 

[1] Recordar es saber, cuando brota del tiempo interior, cuando emerge de la autarquía y de la mismidad. El tiempo de la anamnesia, de la reminiscencia, se despierta desde la reflexión, o sea, desde la lectura de sí mismo. Entonces se descubren significaciones, intenciones, contextos. Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 257
[2] Rothbard, Murray N., Historia del pensamiento económico. Vol. I. El pensamiento económico hasta Adam Smith, (Madrid: Unión editorial, 1999), p. 33.

(…) sin duda no es salirse del ámbito de la realidad el ver en esos esfuerzos de superación un nuevo brote de aquel llamamiento que formó –con el “misterio” familiar y el culto de la ciudad- las normas de la Primera Edad: “el sentimiento de lo sagrado”.

 Se le creía abolido. Pero hay que confesarlo: el “progreso” no ha destruido a esta llamada suprema, como la química no ha destruido a lo sagrado (o lo secreto) de la MUERTE, ni la fisiología a lo sagrado del AMOR, ni la sociología al del HONOR, ni la técnica a lo sagrado del ARTE. No sólo lo material no ha ahogado a esta palpitación del más allá, sino que además la requiere, la espera, la exige, so pena de dejar reinar, en las delicias de la técnica, los horrores del tedio. Interrogad a los testigos y hasta las imágenes de los Estados Unidos, de Escandinavia, de Rusia… Se quiere hacer del hombre un animal superior. Se le fabrica una colmena perfecta. Y él bosteza…

 Os  homini sublime dedit, coelumque tueri

Jussit ad sidera tollere vultus.

De aquí esta curiosidad inquieta, este apetito por la cultura, esa necesidad de “terciario” (…)

De aquí también esa eflorescencia de místicas que pueden conducir a las peores aberraciones, pero también devolver a un mundo, aturdido de progreso, el sentido de sus fines.

La última lección de nuestro tiempo nos parece, pues, ser, en definitiva, que la economía no basta al hombre. Es la lección de los hechos. Es la promesa del porvenir. Y es también la lección que nos ha legado el más ilustre de los economistas contemporáneos:

 “Así –escribía Keynes en sus Ensayos de Persuasión- el autor de estos Ensayos, a pesar de todos sus “graznidos”, espera y cree todavía que no está lejos el día en que después de relegado el problema económico al segundo plano a que pertenece, el ámbito de nuestro corazón y de nuestro cerebro será ocupado o reocupado por los problemas verdaderos, problemas de vida y de las relaciones humanas, de la creación, de la moral y de la religión”

 J. M. Keynes, Ensayos de persuasión, trad. Franc. N.R.F., 1933, p. 7 citado por Andre Piettre, Las tres edades de la economía, Madrid, Editorial Rialp, S.A., 1962, pp. 372-373.

Marshall  en sus Principios de Economía definía la Economía como:

«el estudio de las actividades del hombre en los actos corrientes de la vida; examina aquella parte de la acción individual y social que está íntimamente relacionada con la consecución y uso de los requisitos materiales del bienestar. Así, pues, es, por una parte, un estudio de la riqueza, y, por otra -siendo ésta la màs importante-, un aspecto del estudio del hombre

No deja de asombrar que, con ocasión de organizar su clásica apología del totalitarismo, Platón contribuyera a la genuina ciencia económica, siendo el primero en exponer y analizar la importancia de la división del trabajo en la sociedad. Al estar su filosofía social fundada sobre la necesaria separación entre clases, Platón procedió a demostrar cómo tal especialización se funda en la naturaleza humana, en particular en su diversidad y desigualdad. Platón hace decir a Sócrates en La República que la especialización hace que «no somos todos iguales, sino que hay una gran diversidad de naturalezas entre nosotros que se adapta a las diferentes ocupaciones».

Como los hombres producen cosas diferentes, se intercambian de modo natural unos bienes por otros, con lo que la especialización necesariamente da paso al intercambio. Platón también señala que esta división del trabajo incrementa la producción de todos los bienes.

[5] Rothbard, Murray N., Historia del pensamiento económico. Vol. I. El pensamiento económico hasta Adam Smith, (Madrid: Unión editorial, 1999), p. 41.

Aun cuando continúo pensando que principalmente soy economista, he llegado a la conclusión, para mí cada vez más evidente, de que las respuestas a muchos de los acuciantes problemas sociales de nuestro tiempo encuentran, sin duda, su base sustentación en principios que caen fuera del campo de la técnica económica o de cualquier otra disciplina aislada”.

Hayek, Los fundamentos de la libertad, Madrid, Unión Editorial, 4ª edición., 1982. p. 22

Dos son las partes de la justicia, hacer el bien y apartarse del mal.

El primero no se debe a todos promiscuamente, sino a personas determinadas; y a quien principalmente se debe es a Dios y a los padres según Dios; sin embargo, no injuriar y no herir es cosa debida a todos; y por eso, después de la primera tabla y del cuarto mandamiento con los cuales mándanse aquellas cosas que se deben a Dios y a los padres, prohíbense muy acertadamente en general los males de todos[1]. La justicia es a otro; mas la fortaleza y la templanza componen al hombre en orden a sí mismo[2].

[1]  Domingo de Soto, Tratado de la justicia y el derecho, T. II, Madrid, Editorial Reus, 1922 T. II, p. 50.
[2]  Domingo de Soto, Ibid. T. II, p. 23.

La propiedad privada constituye, pues, la base de toda actividad individual independiente; es el terreno fecundo donde germinan las semillas de la libertad, donde echa raíces la autonomía personal y donde se genera todo progreso, tanto espiritual como material

Ludwig Von Mises. Sobre Liberalismo y Capitalismo, Nueva Biblioteca de la Libertad, 10,  Madrid, Unión Editorial, S.A.,  1995,  p. 80

Kramen cita al historiador  William L. Schurz quien en un estudio publicado en 1939 “describía las riquezas del galeón de Manila, solitario bajel que durante más de dos siglos surcó las aguas del Pacífico entre Asia y Acapulco llevando en sus bodegas las fortunas y esperanzas de españoles, mexicanos, chinos, japoneses y portugueses, y auténtico símbolo del alcance internacional de los intereses ibéricos. El imperio, como el incansable galeón, sobrevivió durante siglos y sirvió a muchos pueblos. Muchos de ellos eran, inevitablemente, españoles, pero otros provenían de todos los rincones del globo.”

Imperio p 13

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La economía humana y la propiedad tiene un mismo y común origen económico, ya que ambos se fundamentan, en definitiva, en el hecho de que la cantidad disponible de algunos bienes es inferior a la necesidad humana. Por consiguiente, la propiedad, al igual que la economía humana, no es una invención caprichosa, sino más bien la única solución práctica posible del problema con que nos enfrenta la naturaleza humana de las cosas.