Conclusiones – Justicia y Economía

JUSTICIA Y ECONOMÍA EN TOMÁS DE MERCADO, DOMINGO DE SOTO Y FRANCISCO DE VITORIA. PARALELISMOS ACTUALES EN HAYEK

CONCLUSIONES

Tomás de Mercado  escribía hace más de cuatro siglos a propósito de Sevilla como centro neurálgico de aquel orbe occidental recientemente ampliado con la que hemos denominado la sorpresa americana y que iba a trastocar radicalmente toda la actividad humana intelectual y material, cotidiana y global de pueblos enteros:  

 Esta misma razón y causa, hace en esta ciudad, que casi todos se inclinen a cultivar la tierra, que es gruesa y fértil para cualquier mies, o a tratar en todo género de mercaderías y ropa menuda y gruesa, hallando en ella gran comodidad y aparejo. Lo uno como es puerto de mar Océano por el río de Guadalquivir, tan celebrado entre todos los autores antiguos, aun extranjeros, que llegan desde Sanlúcar, hasta ella: por donde se entra y sale a tantos reinos cercanos y remotísimos, es la puerta y puerto principal de toda España. A do se descarga lo que viene de Flandes, Francia, Inglaterra, Italia y Venecia: y por el consiguiente, de donde se provee todo el reino destas cosas que de fuera se traen. A esta causa siempre hubo en ellas grandes, ricos y gruesos mercaderes, y fue tenido por lugar de negociantes.

(…) una ocasión tan oportuna, para adquirir grandes riquezas, que convidó y atrajo a algunos de los principales a ser mercaderes, viendo en ello cuantísima ganancia. Porque se habían de proveer de aquí muchas provincias. La isla Española, Cuba, Honduras, Campeche, Nueva España, Guatemala, Cartagena, Tierra firme, con toda la grandeza del Perú, casi de todo género de ropa, y de muchos mantenimientos. Y parte aun hasta el trigo y harina, que se ha de comer. Lo cual todo puesto ally, a causa de la gran penuria y falta que hay dello, y de la mucha plata y oro, valía y vale (como dicen un Perú).[1]

 Y más adelante escribirá que

  la casa de la Contratación de Sevilla y el trato della, es uno de los mas célebres y ricos que hay el día de hoy, o se sabe en todo el orbe universal. Es como centro de todos los mercaderes del mundo. Porque a la verdad soliendo antes el Andalucía y Lusitania, ser el extremo y fin de toda la tierra, descubiertas las Indias es ya como medio. Por to cual todo to mejor y más estimado, que hay en las otras partes antiguas, Onde Turquia viene a ella: para que por aquí se lleve a las nuevas, donde todo tiene tan excesivo precio. De aquí es que arde toda la ciudad en todo género de negocios. Hay grandes y reales cambios para todas ferias, así dentro del reino, como fuera: ventas y compras fiado y de contado de gran suma; muy grandes cargazones: baratas de muchos millares y cuentos, que ni Tiro ni Alejandria en sus tiempos se le igualaron.[2]

 Si eso escribió Tomás de Mercado en el siglo XVI, Wilhelm Röpke escribía en 1937, al comienzo del capítulo «anarquía ordenada» en el libro titulado en castellano  La Teoría de la Economía: Nuestra imaginación a duras penas basta para representarnos la vida moderna en toda su diversidad y complejidad. ¡Qué profusión de actividades distintas, todas engranadas y condicionadas entre sí, habrían de revelársenos si en este momento poseyésemos el don de la ubicuidad! En millones de fábricas se producen millares de productos industriales; en unas zonas se recoge la cosecha, en otras se siembra; miles de barcos y trenes transportan otras tantas mercancías distintas; en Australia y en Nueva Zelanda se esquilan ovejas; en el Congo y el Far West norteamericano se extrae cobre, que se envía a todo el mundo; en el Japón se hila seda y en Java se cosecha té; una corriente ininterrumpida de mercancías se vierte en los almacenes y fábricas, de los cuales fluye después de otra, sumamente ramificada, que va a millones de establecimientos para luego, en ramificación mayor, terminar en millones y millones de economías domésticas y alimentar, vestir y abastecer a un inmenso ejército de obreros, empleados, funcionarios, empresarios  o agricultores…, que con su trabajo nutren tal corriente de mercancías.»

1ª.-      Estos textos son significativos para ilustrar y sintetizar la primera conclusión de carácter general que de una u otra forma ha estado presente en todos y cada uno de los capítulos del presente trabajo que trata de indagar paralelismos con la época actual. Considero que esa primera conclusión debe referirse a la constatación de que  tanto hoy en día como en 1937 y en el siglo de Oro español o en la época griega o romana, por ejemplo, se nos presenta como patente esa concatenación y complementariedad de sucesos y situaciones –de interacción humana vital en todo el mundo conocido y también en el desconocido- que conforman la  trama de la vida de todos los hombres y de la historia en la que la economía y el derecho ocupan un lugar destacado. Es esa trama viva entretejida de acciones humanas interactivas y cotidianas la  que tiene tantos aspectos comunes de fondo entonces y ahora y que Adam Smith describió con aquella expresión que con razón tanto éxito alcanzó: la mano invisible. Es como si existiese un continuo proyecto empresarial en el que son protagonistas  los millones de personas de cada instante histórico pero que nadie es su propietario y nadie lo dirige. Una empresa internacional y cosmopolita sin dueño que expresa un orden abierto universal donde todos participamos sin saber muy bien cómo, proyectando y emprendiendo tareas aparentemente insignificantes pero de una trascendencia real importante. Es esa anarquía ordenada o sincronía del mercado que coordina espontáneamente tanta diversidad la que Hayek define como coordinación de la variedad subjetiva de millones de personas en los mercados o sincronía del caos y que los autores de la Escuela de Salamanca y en concreto Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Tomás de Mercado explicaron con el desarrollo del concepto de ley natural.

Muchos otros paralelismos y proyecciones hemos podido detectar y tratar de descubrir y explicar en este trabajo –sinceramente bastantes más y distintos de los que yo esperaba encontrar al principio de mi investigación- y soy consciente que muchos más se han quedado en el tintero y en el pensamiento sin ser puestos por escrito en esta tesis. Así, a modo de recapitulación, además de la señalada, las conclusiones serían las siguientes según un cierto orden de acuerdo con los capítulos:

 2ª.-      Los grandes principios de la ley, la justicia y el derecho en los que se basan Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Tomás de Mercado  se enmarcan en esa tradición multisecular que hunde sus raíces en lo que  se ha ido considerando como el núcleo central de la vitalidad de occidente: la filosofía y política griega, así como el desarrollo del Derecho Romano. En este sentido hay numerosas referencias y ejemplos en la obra de Hayek que también reflejan esa simpatía e incluso veneración por algunos de los aspectos de la tradición griega y romana. Si Tomás de Aquino cristianiza y realza lo mejor de aquellas tradiciones griega y romana, nuestros autores salmantinos reencuentran e incluso mejoran la aportación del Aquinate  con el humanismo renacentista. Y, si bien Hayek veía con prevención varios aspectos del dogmatismo católico –se autodenominaba agnóstico-, en los aspectos que no necesitan de la revelación divina ya que son alcanzables por la fuerza de la inteligencia humana únicamente -al igual que hicieron los filósofos griegos y los juristas romanos- sintonizaba con notable simetría con las doctrinas salmantinas.

 3ª.-      Analizando lo que nos dicen Vitoria, Soto y Mercado sobre la  ley, la justicia, el derecho  y el bien común, se concluye con claridad que para ellos –y es doctrina consolidada de toda la Escuela de Salamanca-, el fundamento  de la justicia y del derecho está en la ley natural. Esos fundamentos se resquebrajaron posteriormente. Y como al estudiar el intento posterior que se produjo en la historia del pensamiento de ocultación y destrucción de esos cimientos universales de la ley natural, analizamos sus consecuencias en la derivación matemático-cientifista y positivista de la economía que ya denunció y puso de manifiesto Hayek, se concluye –citando diversos textos de su obra- que también él era consciente del grave error teórico y las negativas consecuencias prácticas que aquel resquebrajamiento iba a producir tanto en el ámbito del derecho como en el de la economía teórica y también práctica.

 4ª.-      Esa importancia que dio al olvido de las doctrinas salmantinas sobre los principios universales de la ley natural queda patente también  en su continuo y denodado esfuerzo –unido al de una gran parte de la Escuela Austriaca, especialmente Rothbard, y aún no alcanzado- de acometer la reconstrucción laica actualizada de los principios que subyacen en el reconocimiento de la ley y el derecho natural tratando de derivar sus consecuencias. Se constituye así la Escuela Austriaca en el epicentro de esa onda expansiva que transmite en la actualidad aquellos principios universales de la acción humana que los juristas y filósofos morales del siglo XVI español defendieron y explicaron engrandeciendo todas las ciencias y las artes espirituales y prácticas de entonces y acelerando el acontecer histórico de todo el orbe.

5ª.-      Otro paralelismo y proyección de las doctrinas de Mercado, Vitoria y Soto en Hayek lo tenemos en el protagonismo principal que dan a la propiedad. En el capítulo III hemos denominado a este aspecto  la fuerza estimulante y creativa de la propiedad plural clarificada. Así, los autores salmantinos señalan cómo desde el origen se comenzó a introducir este lenguaje tan común de mío y tuyo, y cómo son conscientes de que el hombre  viviendo  en común, ni cultivaría con diligencia los campos, ni viviría en paz. Y por ello dedujeron los pueblos que la propiedad se había de dividir. No es difícil observar la actualidad en Hayek y en todas las doctrinas liberales en torno a esta cuestión. Los derechos de propiedad, efectivamente, han estado en vanguardia de las discusiones económicas teóricas y prácticas -así como en las jurídicas- a lo largo de todo  el siglo XX  proyectándose sobre el actual. Para Hayek, la propiedad era el aspecto angular que sostenía toda su construcción intelectual abierta a los demás para explicar el mundo económico libre y era el fundamento de la libertad y del orden extenso donde el mercado ejercía una función coordinadora espontánea. Bastaba con que aquella propiedad estuviese bien asentada, respetada y clarificada.

 6ª.-      Es notable también la simetría que se observa en las explicaciones de unos y otro en lo que se refiere al despliegue constante de la propiedad plural en los distintos  pueblos –muy diferentes entre sí- a lo largo de la historia, y que Hayek se extiende en explicar. Se percata de que a lo largo de la historia y en todas las geografías hay síntomas de la preponderancia y tendencia de, y hacia, la propiedad plural  cuyo punto de referencia es la persona individual y la familia como unidad autónoma básica. Y ello en contraposición -e incluso en lucha constante también a lo largo de las distintas etapas históricas y en muy diversas sociedades y regímenes políticos- con las tendencias tribales y los poderes colectivos. Se refiere así por ejemplo a lo que ocurrió  tanto en Egipto como en la China asiática, la época del rey Arturo…etc, o, especialmente, en la Europa mediterránea  que surge en el esplendor griego y romano a la que tanto se refieren también nuestros autores del siglo de Oro. 

 7ª.-      Se concluyen también  paralelismos sugerentes y significativos en cuanto al  estímulo creativo del cuidado y acrecentamiento de la propiedad. Así, desde la distancia de cuatro siglos se nos dice que es inevitable el deleite que el hombre recibe, de ocuparse en sus negocios propios. No se puede fácilmente explicar cuanto hace al caso, para hacer una cosa con alegría, considerar el hombre que es suya. Al contrario es gran tibieza la con que trata negocios comunes.  Porque el amor tiene muy aneja la propiedad, y el no querer partir ni comunicar lo que ama. No se ama más una cosa de cuanto se tiene por propia.

Resaltan así el impulso que representa para todos los seres humanos en cualquiera estado histórico, el poder trabajar y esforzarse para el acrecentamiento y mejora de lo propio que acaba repercutiendo sobre lo de todos. Hayek explica ampliamente la conexión existente entre estas doctrinas y la libertad. Es precisamente  la máxima libertad de todos la que  exige la restricción con carácter general de las autonomías personales, libertades que deberán quedar supeditadas a lo que denominó al igual que Hume “las tres leyes fundamentales de la naturaleza: la estabilidad en la propiedad de las cosas, su transmisión consensuada y el respeto a los compromisos establecidos”

 8ª.-      Se observan también simetrías en cuanto a la necesidad de clarificación de la propiedad para poder intercambiarla y mejorarla, el diferente tratamiento de la propiedad de bienes inmateriales, así como que se concluye la conveniencia de la clarificación de la propiedad para hacer  posible la contratación para intercambiar. Los  negocios jurídicos clarificados,  al ser voluntarios, acrecientan la mejora de la situación de todos los contratantes. Así se nos dice que desde el punto que se concertaron, y se dio el uno por contento y entregado, y el otro aceptó el precio, perdió el uno el dominio, que hasta entonces tenía, y lo adquirió el otro. Y que es muy conforme a razón, y justa ley que cada cosa fructifique a su señor. Y siendo las posesiones suyas, hasta que las vende, ha de gozar de sus alquileres y frutos, que hasta entonces dieren, y comenzar desde adelante a rentar, y servir a su nuevo señor. Lo que coincide con Hayek que explicaba la necesidad de identificar al propietario y el dominio del mismo, resaltando el hecho de que cada actor pudiera en todo momento identificar a quién correspondía determinar el uso a dar a sus bienes.

9ª.-      También es muy llamativo que los tratadistas salmantinos -en el mismo sentido que lo hará Hayek y Kirzner- consideran más valioso para el éxito empresarial –también para el personal y colectivo- la tensión atenta interior       -que acaba dando lugar al ingenio y la creatividad- que la importancia de la mera posesión o existencia de recursos materiales ingentes. Así, en un texto altamente significativo relata Mercado esa creatividad y destreza en los negocios que cada vez más es hoy lo más importante. También para ellos el  ingenio era lo más sustancial: no atribuyen la ganancia, e interés al dinero, con que se trata, sino al ingenio, e industria, con que se negocia. Y aun la experiencia lo enseña, que unos interesan mucho, y enriquecen con poco caudal, otros aun con mucho pierden, y empobrecen.

 10ª.-    La sintonía que se concluye existía en lo que respecta a la importancia de la propiedad lleva -con la naturalidad de lo que está como impreso en el ser de la realidad diversa- a la similitud en la explicación de lo que se denomina en este trabajo el despliegue enriquecedor de la economía libre de mercado. Y así, el descubrimiento inteligente de las leyes naturales conduce desde la propiedad a la necesidad del intercambio dada la indigencia personal individual. Al ser los hombres, animales sociales, no se pueden sostener si no se ayudan mutuamente con obras supletorias, establecieron todas las leyes de venta, de arriendo, de préstamo y de otros cambios, pactos y convenios con los cuales la sociedad humana se estrecha y apoya. Siempre al hilo de los escritos de Vitoria, Soto y Mercado es llamativo el paralelismo con Hayek en lo que se refiere a los efectos multiplicadores del intercambio libre sobre los participantes. El desarrollo de la propiedad plural ha sido en todo momento condición imprescindible para la aparición del comercio y, por lo tanto, para la formación de esos más amplios y coherentes esquemas de interrelación humana, así como de las señales que denominamos precios.

11ª.-    Llama aún más la atención cómo los escolásticos salmantinos advierten la conveniencia de la especialización y la diversificación plural y  lo importante que fue a lo largo de la historia el que cada cual se concentrase en tareas más eficaces a las condiciones de los recursos. Ese resaltar la conveniencia de la especialización en lo que pueda resultar más productivo según las características diferentes y diferenciadoras de los recursos –también y especialmente de los recursos humanos- demuestra cómo captaron la que más tarde se denominó teoría de la ventaja absoluta. También captan e insinúan la que después plasmó Ricardo en el comercio internacional con la teoría de la ventaja comparativa. Así,  se nos dice que comúnmente se aplica el hombre a ganar de comer en aquello, a que su patria o república es más aparejada. Hayek, además de resaltar la importancia de la división espontánea y coordinada del trabajo estaba admirado por  el interesante tratamiento que hace Mises de la ley de los costes comparativos que, si bien en principio es aplicada por Ricardo y por el resto de la doctrina al comercio internacional, amplía su aplicación denominándola “ley de asociación de Ricardo”. La ley de los costes comparativos es considerada por Mises como “un caso particular de la más universal ley de asociación”, que es el principio general que demuestra cómo “la división del trabajo produce beneficios a todos los que participan en ella”, incluso cuando un participante tiene menores recursos o capacidades que los otros.  Los tratadistas españoles del siglo XVI ya insinuaron esta importante cuestión.

12ª.-    Y si el haber sido capaz de captar hace cuatro siglos las teorías de la ventaja absoluta -y especialmente la teoría de la ventaja comparativa- es ya un éxito intelectual de notable envergadura, lo que ya resulta asombroso es que captasen de alguna forma aquella pieza clave también en la teoría austriaca de la mayor productividad del alargamiento de los procesos productivos y de negociación. Porque se nos dice por ejemplo que la necesidad les compelió a buscar otra negociación más larga, capaz y bastante con que se hubiesen las cosas necesarias con facilidad, hartura, y abundancia. En este sentido, los austriacos nos dirán que el haber  conseguido dotar de medios de vida a una población como nunca se había conocido se consiguió a base de implantar sistemas productivos de una dilación temporal cada vez mayor, lo cual sólo es posible al amparo del cálculo económico.

13ª.-    Si respecto al precio de las cosas no se atiende a la naturaleza de las mismas sino que se atiende a la estimación y convenio común de los hombres, y si, por lo tanto,  como se ha señalado también por distintos estudiosos de la Escuela de Salamanca, entre las características notables de la doctrina salmantina se encuentra la adopción de una teoría subjetiva del valor heredada de la época medieval pero aplicada a los acontecimientos contemporáneos de una forma viva y penetrante -así como  la percepción de la relación existente entre la cantidad de dinero circulante y el nivel de precios- se puede concluir también que la justicia conmutativa, al hacer posible  la armonía de la igualdad entre lo que se da y lo que se recibe, al extender confianza entre los operadores, transmite a través de los precios en los mercados un cierto orden espontáneo e información que guía las acciones  personales y también las colectivas.  Es un aspecto que Hayek trató y resaltó con insistencia. Los precios son indicativos límites de los valores de uso de las cosas, por lo que son  para él transmisores de información. Tal información es aprovechada para futuras deci­siones de precios, producciones y tipos de bienes a producir. El precio de mercado competitivo es un punto de referencia decisivo para una ordenación éticamente justa del precio porque en él confluyen las valoraciones y las relaciones de escasez entre todos los bienes en el mercado de productos y las relaciones de escasez y valoraciones en el mercado de factores.  Pero para que los precios puedan cumplir esa función informativa se requiere lealtad y justicia en los libres intercambios comerciales que tanto insistieron en aconsejar y exigir los autores del siglo XVI que hemos estudiado.

14ª.-    Los textos que se aportan en el capítulo V –Economía y derecho de la competencia como manifestación del precio justo– tienen relación directa con  el actual derecho de la competencia, por lo que es fácil concluir que  se adelantan en casi cuatro siglos a la ley Sherman  americana y al despertar europeo de la defensa y promoción actual de la competencia en la Unión Europea y en España. Y, además, al compararlos y analizarlos sistemáticamente  se concluye que están más cercanos a la visión hayekiana estimulante de la competencia como descubrimiento innovador incesante que al enfoque neoclásico estático del modelo de equilibrio de competencia con información perfecta y bienes homogéneos.

15ª.-    En el capítulo VI –La exigencia continua de la moral personal en la economía libre de mercado-, partiendo de la armonía –planteada y desarrollada  por nuestros autores del siglo XVI- de dar a cada uno lo suyo desde la libertad en que consiste la justicia, se van detallando la continuidad en la práctica de la justicia en todo el conjunto moral de las acciones humanas, así como la sinergia armónica de los hábitos morales en la evolución del desarrollo económico de la civilización. Es fácil concluir que Hayek no era tampoco ajeno a esta importante cuestión ya que también dice por ejemplo: la libertad de que ahora nos ocupamos se refiere a la medida en que una persona se guía en sus acciones por su propia y deliberada voluntad, por su razón y permanente convicción más bien que por impulsos y circunstancias momentáneas. Sin embargo, lo opuesto a “libertad interior” no es la coacción ajena, sino la influencia de emociones temporales, la debilidad moral o la debilidad intelectual. Y desde la libertad también, la ley natural interpela a través del santuario de la conciencia personal e intransferible abarcando todo el ámbito de las acciones humanas que tienen en el Decálogo -según Vitoria, Soto y Mercado- el principal punto de referencia y contraste. En esas exigencias globales de la ley natural la justicia se encuentra siempre presente de alguna forma. Y los requerimientos morales desde el interior de las conciencias crean incentivos o desincentivos en un amplio abanico de direcciones induciendo o moderando a las gentes a comportarse de distintas maneras según las circunstancias   en su quehacer humano y, por lo tanto, en el económico.

 16ª.-    En consonancia también con aquellos autores de hace cuatro siglos que dieron mucha importancia al ahorro y al dominio y moderación en el gasto        –especialmente el improductivo-, y que  plantearon por primera vez aspectos de la teoría cuantitativa del dinero, se encuentran paralelismos y proyecciones en las cuestiones relativas al ahorro y la inflación. Si el sistema de las interrelaciones humanas está siempre vivo haciéndose y reconstruyéndose dinámicamente con nuevas aportaciones, y en un continuo construir y rehacer tomando miles y miles de acciones y decisiones de inversión, consumo y de ahorro, la escuela austriaca en general -y en especial Hayek- dieron una preponderancia notable a los hábitos que potencian el ahorro que a su vez será la fuente de la inversión. Y, como hemos analizado, el ahorro y la inversión son consecuencia de muchos de esos actos morales positivos que los católicos del siglo de Oro español insistían por activa y por pasiva en promover. De hecho, Hayek mantuvo una polémica constante, especialmente con Keynes, a propósito de esta cuestión ya  que la teoría keynesiana fomenta e incentiva el consumo desmesurado forzando incluso aquel consumo estéril e improductivo. Ello significaba que –en sentido inverso- desincentiva el ahorro así como la proporción, la moderación, la austeridad y la sensatez previsora. Además, téngase en cuenta que el fomento forzado de la demanda consumista crea engaño y fuerza a la equivocación entre los potenciales consumidores. Se concluye así otro paralelismo importante con los tratadistas de hace cuatro siglos: que cuanto más extendida esté la costumbre –hecha hábito- de moderar los gastos –especialmente los de consumo improductivo- incrementándose los ahorros por mejoras también en el empleo y en la productividad,  más tranquilidad social y menos se necesita la intervención, ni de los gobiernos desde el presupuesto público ni de los bancos centrales elevando los tipos de interés o exigiendo restricciones crediticias para mantener a raya la inflación. El ahorro, en definitiva, produce desinflación, y la desinflación autogenera e incentiva a su vez fortaleza en la inversión, el trabajo innovador y el ahorro.

17ª.-    Si nuestros autores nos dicen que mercar cualquier género y negociar sin que en él haya mudanza  tornándolo a vender porque se aumenta el valor o muda de lugar, es arte y modo de vivir justo y político que el ingenio o juicio humano ha inventado, y que así, también el mercader y negociante servirá a Dios, agradará a los hombres y gozará de su arte con quietud y sosiego, ello quiere decir que están afirmando la bondad del comercio, lo razonable de obtener un beneficio  y, en definitiva, la bondad técnica e incluso moral  de la especulación. Las pérdidas o ganancias dependerán de la certeza de expectativas subjetivas donde el riesgo siempre estaba presente. La aspiración al beneficio éticamente bien conseguido era recomendable. Incrementar los beneficios no era reprobable. Lo inmoral aparece en la codicia y la ambición desmedida y desproporcionada. Y puede aparecer también en el modo como se consigue ese beneficio, en los medios utilizados para conseguirlo que pueden no respetar las reglas del juego que para ellos estaban bien explicitadas y con capacidad de ser conocidas por todos en la ley natural grabada en las conciencias personales. Y el juicio moral de la especulación en los escolásticos enlaza con la teoría del ciclo hayekiana en la que adquiere una importancia central la que denominamos inflación de la inversión. Este tipo de inflación está  ligada directamente a la política crediticia de bancos y cajas y es aquella en la que una hipertensión de las fuerzas privadas de la economía, alentadas por la facilidad y relajación en la concesión de créditos, acaba provocando un sobreaumento de las inversiones muy por encima del ritmo más pausado y aconsejable del ahorro voluntario. Esa inversión desaforada privada que no acaba de llegar a término y que es debida al desconcierto provocado en los precios relativos de los bienes, puede acabar  en grave recesión y paro masivo. Del juicio moral de la especulación y de las ideas germinales de su teoría cuantitativa se puede llegar a una cierta aproximación a la teoría del ciclo hayekiana. Todo el capítulo termina con una conclusión que denomino teoría del desenvolvimiento ético y moral   buscando la excelencia que creo que corre paralela con las cosmovisiones de Hayek y los escolásticos salmantinos.   

18ª.-    Un amplio abanico de conclusiones se pueden sacar al hilo de lo que se denominan en la tesis limitaciones al gobierno y al Estado desde la ley natural, donde  se estudian las consecuencias de la propuesta de la Escuela de Salamanca según la cual la ley natural orienta y limita la actuación de gobernantes y legisladores, destacando la posible rebelión ante la ley injusta que no mira al bien común y que no obliga en conciencia. Es fácil concluir -por ejemplo- el paralelismo con la teoría hayekiana de la imposibilidad del control eficaz gubernamental en la sociedad plural, así como la constante preocupación de Hayek por las consecuencias muy negativas que se pueden producir por  la  coacción desde las mayorías idolatradas.  Ese principio de la mayoría -si se absolutiza- puede tergiversar las normas de recta conducta que Hayek se esforzó por recuperar planteando alternativas en el sistema legislativo de las sociedades modernas. En sintonía también con los autores de entonces, trata lo que podemos denominar distinción hayekiana entre principios generales y objetivos concretos a corto plazo. Plantea la separación de dos –o mejor dicho tres- tipos de asambleas  para reservar una de ellas a la reflexión y elaboración de los principios de recta conducta independiente de las banderías políticas partidistas y de las decisiones políticas concretas del corto plazo. Todo ello para preservar la libertad personal y acercándose a rememorar aquellas normas universales de recto comportamiento. De la mano laica de Hayek se puede concluir cómo cobra relieve en nuestras sociedades modernas democráticas aquella doctrina de la limitación del poder del Príncipe que es aplicable a la limitación del gobierno y de los poderes públicos al objeto de que no se desboque el mandato democrático de las mayorías coartando las libertades individuales fundamentales.

 19ª.-    Otra conclusión significativa proviene del análisis de los criterios escolásticos sobre la imposición dentro del marco general del enfrentamiento entre la libertad desde la ley natural y la  coacción estatal. La tendencia ancestral a la recaudación de impuestos se tornó aún más sofisticada en el siglo XX que vivió Hayek. También en los países de la llamada órbita occidental de economía mixta. En ellos se produjo un  incremento desproporcionado que parecía irrefrenable, de los presupuestos generales de ingresos y gastos del Estado en la práctica totalidad de los países. Hayek no podía dejar de manifestarse, y lo hizo ampliamente criticando muchos aspectos, pero haciendo hincapié sobre todo en aquel desbocarse de la mal llamada justicia social distributiva que se concretaba en el mal llamado Estado del Bienestar. La posición de Hayek –en sintonía con las apreciaciones de Santo Tomás retomadas por la Escuela de Salamanca y explicadas magistralmente por Pérez de Ayala- era proporcionada y técnicamente impecable. Resume así Hayek sus argumentos: La teoría de la Hacienda Pública, en sus intentos de establecer una racionalización de la mecánica tributaria, toma en cuenta todo un conjunto de circunstancias excepto aquélla que, en una democracia, parece debiera ser la más fundamental: que el proceso conduzca a una limitación racional del volumen gastado. Se olvida así lo que debería tenerse muy en cuenta: que es necesario que el proceso recaudatorio actúe en todo momento como freno del gasto total. 

20ª.-    Otro racimo de proyecciones se desarrollan, en fin,  en el capítulo VIII titulado: Sobre la eficacia coordinadora universal de la ley natural. Se puede observar cómo -en base a las enseñanzas de Vitoria, Soto y Mercado- la ley natural se va desplegando evolutivamente desde la conciencia presente en el mundo interior de la persona humana, haciendo posible la coordinación espontánea de las subjetividades personales actuantes convirtiéndose en la pieza clave de la coordinación unificadora. Según ellos, bien se puede decir que siempre y en todos los ámbitos del actuar humano –también lógicamente en el jurídico y en el económico- las valoraciones en cada instante y circunstancia se realizan a través de la conciencia personal de cada cual que consiste en esa facultad humana de unificar la compleja variedad de datos que son aportados por los diferentes sentidos en cada momento actual –lo que da lugar al sentido común en el actuar presente- o, también, en la facultad de interrelacionar y unificar el cúmulo de datos pasados que forman la memoria sensitiva. Así mismo, la conciencia intelectiva es capaz de unificar ideas y conceptos, así como reflexionar en el nivel puramente intelectual. Es ese mundo espiritual y de las ideas -muchas veces olvidado- el que, por otra parte, ha estado y está continuamente creándose y recreándose. Ello enlaza y sintoniza claramente con la teoría hayekiana de la  información diseminada. Las interacciones cotidianas en los mercados –especialmente a través de los precios justos- permiten a todos los operadores captar información sobre esas subjetividades personales continuamente cambiantes, pero dotadas de una cierta estabilidad de comportamiento porque sobre ellas siempre está latente la influencia libre y responsable  a través de la conciencia personal de esos principios generales de la ley natural que son comunes a todas las razas y geografías. Esa sincronía interpersonal es muy llamativa en nuestra era llamada de las tecnologías de la información y la telecomunicación.  La informática personal ha potenciado y extendido aún más la sociedad abierta y el orden extenso que inició una nueva era hace cuatro siglos.

21ª.-    Al igual que los escolásticos que estamos considerando, Hayek reconoce desde la humildad la necesidad de la búsqueda de la verdad siempre nueva que se va descubriendo con esfuerzo  desde la ignorancia propia del ser humano. En este sentido presenta esa lucha por ir eliminando la ignorancia como el  motor humilde de la economía libre. Para los maestros del siglo de Oro español aquel  pecado primigenio también había afectado especialmente al orden espiritual del intelecto. El orden intelectual que afecta a la verdad y al error quedaba troceado y disperso, de tal forma que la verdad era ya una verdad troceada, borrosa y dispersa entre las gentes heridas en su proyección intelectual. La ignorancia se convertía en una compañera de viaje de la que difícilmente nos podíamos separar. Y en  la ignorancia, curiosamente y significativamente, se fundamenta toda la teoría hayekiana del conocimiento y la información dispersa. Todas las perfecciones y matizaciones y circunstancias de todas las criaturas son conocidas por Dios, pero no las conoce en plenitud el hombre, ningún hombre. Consecuencia de ello es que la humildad –que es la verdad-, fruto del conocimiento de uno mismo con respecto a esa grandeza infinita de Dios, se encuentra constantemente en los escritos del siglo XVI que estamos considerando. Esa paradoja del hombre que por una parte ha sido creado a imagen y semejanza de Dios pero que, por otra parte, en su caída original y en su miseria personal está cercano al abismo de la nada, se observa en muchos de los textos analizados. También en Hayek –y con una intensidad y claridad meridianas- queda patente en toda su obra esa ignorancia personal sobre nosotros, los otros y sobre todo lo demás, así como  esa confianza en el orden espontáneo de la sociedad abierta y del mercado que no es otra cosa que un desarrollo –en cuanto a las relaciones económicas y contractuales- de la ley natural.

22ª.-  Otra conclusión se puede alcanzar con la  proyección de las enseñanzas de los juristas y moralistas españoles de hace cuatro siglos en la que se señala la capacidad unificadora de lo diverso que tiene la ley natural y que tan actual es hoy en el mestizaje de razas, lenguas y culturas. La ley natural transmite unidad en la diversidad. La unidad y multiplicidad, se nos viene a decir desde el siglo XVI, lejos de ser contradictorias son dos dimensiones complementarias de la vida humana y de las ciencias que la estudian fijándose en una u otra perspectiva. La existencia y la razón vital pueden  encontrarse juntas. Las ciencias humanas  son interdependientes. No nos podemos quedar en modelos atomísticos cerrados con inercias y fórmulas estereotipadas. Es en nuestro mundo globalizado -en el que el mestizaje multirracial y multicultural se expande aquí y allá transformando geografías demográficas y económicas- donde la eficacia coordinadora del mercado que tanto explicó y promocionó teóricamente Hayek -y que ahora vemos que procede o está en sintonía con aquella doctrina escolástica sobre la ley natural- se hace más notoria. Esa ignorancia recíproca pertinazmente patente a lo largo de la historia de la humanidad reclama aquella coordinación y convivencia en la diversidad que provoca la ley natural. Reclama también el diálogo enriquecedor de ideas y de culturas que sólo dejará de ser un diálogo de sordos si confiamos en esos principios universales expuestos por los filósofos de Salamanca que hacen también que se enriquezca el mercado de las ideas en nuestro mundo tan invadido por instrumentos de intercomunicación. Ese mercado no acabará en mercadeo ni en engaño, nos dirían, si se sabe aclimatar  a la verdad siempre libre respetándola. Y a modo de conclusión del capítulo se plantea finalmente un posible paralelismo entre el derecho natural y la que podíamos llamar economía natural

23ª.-  Conclusión final

No queremos concluir por último que todos los paralelismo y proyecciones que hemos analizado y detectado en la obra de Hayek en sintonía con Vitoria, Soto y Mercado sean consecuencia del estudio por parte de aquél de las obras de estos, ni de que hayan llegado las ideas de los escolásticos a Hayek por su influencia en Adam Smith o en otros autores, no. La tesis planteada –como se dijo en la Introducción- no es una tesis de carácter historiográfico buscando influencias de los escritos más antiguos en nuestro autor del siglo XX, aunque los haya. La conclusión fundamental –en mi opinión- es que Hayek fue capaz, desde su agnosticismo y con las solas fuerzas de su intelecto privilegiado sin la ayuda de la fe, de captar y explicar de modo eminente con su estilo laico propio  la mayor parte de esos principios universales de la ley natural y la economía natural que nuestros autores del siglo XVI también captaron -pero con la ayuda de la revelación divina a través de la doctrina católica y los escritos sagrados- y que están  impresos a fuego indeleble y de forma latente en el interior de cada una de las gentes de cualquier raza, pueblo,  época o religión. Principios generales que se despliegan con libertad y responsabilidad desde ese interior de la conciencia personal de cada cual en mil y una facetas distintas según las circunstancias subjetivamente entendidas por el actor irrepetible que cada uno somos siempre en ese preciso instante histórico circunstancial con el que día a día nos enfrentamos, y que sólo personalmente debemos aplicar y resolver  para bien o para mal los problemas que continua y continuadamente se nos presentan. Se puede, en definitiva, concluir que el principio escolástico de la imposibilidad de contradicción entre la razón y la fe queda demostrado una vez más al estudiar la obra de Hayek.

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En todo lo que en este trabajo se ha señalado, tiene España un lugar preeminente al haber estado en el epicentro expansivo y de atracción a la vez desde el que se transformó esa aceleración en la actividad proyectiva humana que fue especialmente frenética en aquella España y Nueva España, así como en todo lo que bien se puede llamar desde entonces Euroamérica.  Ese protagonismo desde la vanguardia de la civilización se produjo tanto en el ámbito intelectual como en aquel continuo –también espiritualmente- poblar tantos pueblos y mezclar tantas razas. Por ello, es  lógico y preciso abrir la esperanza al futuro:

España, gracias a los cambios operados en los últimos años del siglo XX, se integrará en la Europa unida del siglo XXI con posibilidades crecientes de bienestar general y de prosperidad. Parece como si el cambio de siglo y de milenio marcaran una nueva época en la que lo hispano pasara a recuperar el protagonismo y la hegemonía que le corresponde, en Europa y en el nuevo mundo, por tradición cultural y civilizadora. En suma: por su historia.[3]

Y termino con aquella confidencia humilde de Hayek en sintonía con aquellas grandes figuras del siglo XVI español:

 La enorme importancia que la libertad supone para el género humano jamás se hace tan notoria como cuando el arcano se cierne sobre nosotros, es decir, cuando nos aproximamos a las últimas fronteras de la sabiduría, más allá de las cuales nadie es capaz  de anticipar lo que existe. (…)  La libertad, en última instancia, tan sólo pretende vigorizar la capacidad de los humanos para sobrepasar las realizaciones de sus antepasados, siendo ineludible que cada generación colabore en mayor grado que la anterior al progreso del saber y al constante desarrollo de las creencias estéticas y morales.[4]

 [1]   Tomás de Mercado, Suma de Tratos y Contratos. Op. Cit. [82][83],  p.124
 [2]    Tomás de Mercado, Suma Tratos y Contratos. Madrid, Editora Nacional, 1975, [85], p. 125
 [3]   Gonzalo Anes. 1900-2000 Historia de un esfuerzo colectivo. Volumen II. Juan Velarde Fuertes coordinador. Fundación BSCH Madrid 2000.p. 741
[4]     Friedrich A. Hayek, Los Fundamentos de la Libertad, Unión Editorial, Madrid,  6ª edición, 1998,             pp. 504-505

Justicia y Economía en Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Tomás de Mercado. Proyecciones y paralelismos actuales en Friedrich  A.  Hayek. Una interpretación y aproximación.