HACIA UN FUTURO ECOLÓGICO

Cada vez preocupa a más personas esta ideología económica que podíamos bautizar con el nombre de cultura del preservativo: comprar, usar breves momentos, tirar y… recomenzar el intento ansioso de consecución de un nuevo frenesí estéril e improductivo. Consiste este ambiente en la búsqueda ajetreada y continua de la mercancía efímera y coyuntural que deriva de la tendencia a vivir al día, al minuto, tratando de estrujar al máximo el placer del ahora sin responsabilidad y sin preocuparse lo más mínimo del más allá. No me refiero al más allá trascendente sino al más allá del más acá, al más allá de pasado mañana en esta vida, al más allá del hoy y el ahora: al futuro.

Contrasta esta cultura imperante en gran parte del mundo occidental desarrollado con la preocupación creciente en círculos científicos, cada vez más amplios, que reflexionan sobre la ecología y la situación futura del medio ambiente natural que a todos nos incumbe. Interesado también por estas cuestiones tuve ocasión de asistir el pasado mes de Diciembre al IV Congreso Nacional de Economía en Sevilla cuyo tema monográfico era: Desarrollo económico y medio ambiente.

En muchas de estas sesiones aparecía, como un constante estribillo de fondo, esa preocupación por el futuro y por las generaciones futuras. No hacen falta muchos conocimientos ni muchos estudios técnicos para comprender el gravísimo problema medioambiental con que nos encontraremos si las pautas de comportamiento y de consumo, típicas de los países más desarrollados, son importadas y extendidas por los países del Tercer Mundo. Podemos imaginar la situación de las repercusiones planetarias de la equiparación de países como China y la India con la forma de vida y de consumo del español medio hoy en día. Pensemos solamente en esos millones de chinos o de ciudadanos del Magreb con el mismo número de automóviles por habitante que en nuestro país. !Estoy alquilando, ya, una choza en la Amazonía!.

Dado el fuerte impacto ejemplar del «efecto demostración» que se transmite del mundo desarrollado a través de los cada vez más sofisticados medios de comunicación a los países subdesarrollados, la única alternativa consiste en rectificar y reorientar la cultura imperante en Occidente hacia formas de vida más humanas y responsables con el ecosistema natural. La Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo ha propuesto, en varias ocasiones, la utilización del concepto de desarrollo sostenible, entendido como la necesidad de «asegurar las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones venideras para satisfacer las propias.» O cambiamos nosotros o el deterioro humano y ecológico puede llegar a ser irreversible.

En una de las sesiones a las que pude asistir también apareció la preocupación por el futuro y por esas generaciones venideras. No sólo se presentaron interesantes estudios teóricos sino que también se aportaron con imaginación propuestas concretas, atrevidas y, en cierto sentido, revolucionarias, que implementaran esa preocupación general. El profesor Joan Pasqual comentó la conveniencia de articular un sistema de representación de los intereses de las generaciones venideras creando instituciones con poder efectivo como la que podría denominarse «Defensor de las generaciones futuras». También propuso la creación de un Banco de Recursos Naturales en cada nación que se coordinaría mediante un Banco Mundial. En el debate de esa misma sesión se me ocurrió sugerir la posibilidad de dar un mayor protagonismo político a los menores de edad mediante un sistema democrático con voto ponderado mayor para los padres o tutores según el número de hijos. Para los padres el futuro es muy abstracto, general y poco convincente cuando se teoriza, pero se convierte en concreto y estimulante cuando ese futuro se contempla vivo en los hijos.

Para terminar por el principio, reivindiquemos lo natural, la ecología, en todo. Es tal la presión en contra que tendremos que acabar por defender también el derecho al acto conyugal ecológico. Usar preservativo es como degradar e interrumpir bruscamente el éxtasis contemplativo del mejor paisaje de Doñana poniendo en el centro un pirulí de hormigón. La verdad es que no me imagino a la pantera, al tigre o al león de la selva africana, utilizando esos cacharritos de laboratorio para la realización de algo tan espléndido y natural. No seré yo quien intente ponérselos.

JJ Franch