NEGOCIAD MIENTRAS VUELVO

NEGOCIAD MIENTRAS VUELVO

Todavía recuerdo que cuando, hace años, leía de vez en cuando los Santos Evangelios, me llamó especialmente la atención la frase imperativa del Amo a sus administradores: «Negociad mientras vuelvo». O lo que es lo mismo: no os durmáis en la pasividad ramplona; trabajad inteligentemente y sin prisas absurdas; haced rendir vuestros talentos materiales e inmateriales; espabilad; sacad el máximo beneficio a lo que tenéis y habéis recibido; poned todo, con honradez, al servicio de lo mejor; dad y se os dará.
Un importante economista de nuestro siglo XX, Shackle, con aportaciones significativas en la teoría de la decisión y en el concepto de incertidumbre, explicaba esto mismo con estas palabras: «Lo económico es aquello que se refiere a los negocios. Esta respuesta, generosamente interpretada, realmente lo cubre todo. Debemos entender que la expresión «negocios» incluye al ama de casa planeando su presupuesto doméstico tratando de obtener lo máximo de cualquier gasto dado; al que se gana el sustento buscando el tipo particular de empleo en el que sus aptitudes serán más valiosas para la comunidad y, por lo tanto, mejor remuneradas; al hombre de negocios, en el sentido más común y restringido, que trata de inventar o descubrir y producir, en forma tan barata como sea posible, algo que agrade y satisfaga al público de manera que le dé a él una utilidad; y aun al gobierno, que, lamentablemente como pensamos algunos de nosotros, ha estado asumiendo cada vez más las funciones tanto de consumidor como de empresario.»
También recuerdo la bronca monumental del Amo hacia aquél que se le ocurrió, avaramente, enterrar el talento en la tierra sin ponerlo en una supercuenta bancaria de la época para recibir al menos los intereses correspondientes. Por eso nunca he entendido determinadas actitudes de los eclesiásticos durante siglos respecto a la bondad del comercio, de los negocios y del tipo de interés. Tuvo que ser la Escuela de Salamanca quien pusiera un poco de orden hasta que, definitivamente, Bhöm Bawerk dejara las cosas claras en su libro «Capital e Interés».
Estas reflexiones están escritas a raíz del fallecimiento de mi padre el pasado 20 de Diciembre. Valgan como homenaje póstumo a uno de tantos miles, millones, de ciudadanos que, con su trabajo diario y sin trompetería publicitaria, han sido los auténticos protagonistas anónimos de la progresiva transición económica y política de España en los últimos 35 años. No sé que será de nuestra generación si pierde el talante esforzado del trabajo bien hecho y el espíritu emprendedor y solidario de nuestros padres.
Recuerdo a vuelapluma: su espíritu empresarial no especulativo; su lealtad en los contratos: no hacía falta ni el apretón de manos, bastaba la palabra; su rigor contable que trataba de reflejar en la práctica eso tan fácil y difícil que es la imagen fiel y prudente; su precisión en los detalles concretos: quería que todo cuadrara al céntimo, era consciente que un descuadre de una peseta podía representar un error de millones que se compensaban al debe y al haber; sabía escuchar: rumiaba y reflexionaba sobre lo que oía y, días después, sin pérdidas de tiempo, tomaba la decisión que consideraba correcta; no tuvo miedo al riesgo pero procuró no alargar nunca más el brazo que la manga; le preocupaba la calidad y la solvencia, por eso siempre amortizaba y preveía más de lo normal; se equivocaba muchas veces como todos, pero sabía perder con cierto señorío; si preguntaba alguna cuestión o pedía algún dato, y su interlocutor empezaba la frase con un «creo que», la respuesta cortante era inmediata: «el creo no me vale», había que estar seguro; aunque trabajó en el sector hortofrutícola, especialmente en el comercio de naranjas y clementinas, estoy seguro que su ejemplaridad empresarial hubiera surtido el mismo efecto con cualquier otro producto o servicio.
Negoció bien. El Amo ha vuelto y supongo que habrá felicitado a mi padre por su administración. Junto con una vida cuajada de amargas punzadas le había dado ciento por uno ya por aquí abajo. Ahora le habrá dado también la Vida donde ya no hay economía porque desaparece el tiempo y el futuro, donde ya no hay escasez sino plenitud de presente eterno. Tampoco es mal negocio. Seguirá además viviendo también aquí en sus hijos y en sus obras.
Sólo me queda agradecer de antemano a todo aquél que, en medio del trasiego habitual, lance, también a voleo, una sencilla oración por él. Cualquier lugar desconocido de estos andurriales que él ha dejado de transitar es bueno para hacer un guiño personal hacia lo alto; o hacia lo más profundo de nuestro ser.                                                                                                     
José Juan Franch Menéu

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