Primera parte.  El universo de la lectura – 1. Por qué leer

Primera parte.  El universo de la lectura

 1. Por qué leer

         Leer, igual que hablar, es  una necesidad. Aprender a leer y escribir es aprender a expresarse a través de un medio especialmente eficaz, base de todos los demás. Lengua hablada y lengua escrita están íntimamente unidas.

         La anterior y  elemental consideración sólo sirve para el leer como necesidad. En ese caso sólo se lee lo imprescindible: los letreros, los rótulos, las cartas o los e-mails, las instrucciones de aparatos, quizá algún periódico o  revista. Los libros sólo durante la etapa escolar, porque no hay más remedio y porque es obligatorio.

         Leer es otra cosa: es tener acceso al lugar donde sigue estando todo o casi todo lo que se puede saber  e imaginar; todo o casi todo con lo que es posible soñar. Leer es enterarse, salir, darse una vuelta por el mundo o por los mundos, conocer gente, asistir a grandes espectáculos, horrorizarse con guerras y matanzas, reírse con los mejores ingenios, descubrir nuevos horizontes, trasladarse al mundo futuro. Leer es tener  todo o casi todo al alcance de veinticuatro letras.

         La lectura es una de las principales fuentes para depositar cosas en el almacén de la memoria,  adonde acudimos constantemente en la vida. Primero, porque no ocupa lugar y se pueden albergar cosas indefinidamente; segundo, porque, para el saber hacer, nada mejor que recurrir a la experiencia, y no otra cosa que experiencia es la memoria.

         Leer, cuando se está estudiando, es lo que proporciona el contexto de muchas cosas que se estudian. No es lo mismo estudiar sólo  un manual de  historia económica que leer, a la vez,  novelas de Balzac en las que se retrata la burguesía y su enriquecimiento en la primera mitad del XIX.  Si se estudia Grecia, nada mejor que leer al menos algunos cantos de la Ilíada, fijándose, entre otras cosas, en la fuerza del lenguaje, en la descripción de los combates, en el concepto de héroe, que tan bien ejemplifican Héctor y Aquiles.        Si se estudia en física la teoría de la relatividad, nada mejor que leer una buena biografía de Albert Einstein, por ejemplo Barry Parker, Einstein, pasiones de un científico. Se ven de este modo los aspectos humanos de un genio científico, una  vida de trabajo, y también los errores y las equivocaciones.

         ¿Por qué leer? Porque leer es unir, es relacionar, es poner todo en relación con todo o con casi todo. Sólo cuando se trazan los caminos de las relaciones entre las cosas y entre los conceptos se empieza verdaderamente a saber.

         ¿Por qué leer? Porque la lectura fomenta el sentido crítico y hace más invulnerable ante las falacias, medias verdades y exageraciones, cuando no falsedades, que se difunden con frecuencia en dos ambientes: el de los medios de comunicación y el de la política. Leyendo se puede acceder a diferentes o contrapuestas opiniones y esto es indispensable para formarse el propio criterio.

         ¿Por qué leer? Un escritor y músico español del siglo XVII, Vicente Espinel, autor de la novela picaresca Marcos Obregón, buen amigo de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora, dejó escrito aquello de “los libros hacen libres a los que los quieren”.  Los libros, en plural; porque hay que cuidarse de la gente de un solo libro. Los libros, en plural, al proporcionar muchos ambientes, diferentes perspectivas, visiones complementarias, nos permiten movernos con más libertad, que casi siempre quiere decir con más conocimiento y con más elementos de juicio.

         ¿Por qué leer? Leer no es una tarea inmediatamente utilitaria,  y no hay por qué buscar en la lectura una rentabilidad. Decía  Sir Francis Bacon, ya en el siglo XVII: “No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o de disertación, sino para sopesar y reflexionar.»

         ¿Por qué leer? Porque es en los libros, cuando se leen y se sopesan de modo comparativo, donde se tiene acceso a algo básico para cualquier autoformación: el caer en la cuenta de cuáles son las constantes de la naturaleza humana. Leyendo a Homero, a Shakespeare, a Cervantes, a Tolstoi nos damos cuenta de que los hombres y mujeres de “aquellas épocas” son sustancialmente los hombres y mujeres de hoy. Los grandes libros son como los archivos de la condición humana. La ira de Aquiles es la ira, sin más; pudo ser más grande, más heroica, pero no era más que ira. La envidia de Yago, en el Otelo, de Shakespeare es la envidia constante, la constante de la envidia. La creencia de el Quijote de que es posible arreglar el mundo, deshacer los entuertos y restaurar la felicidad es la misma de todos los soñadores que en el mundo han sido y serán. “La lectura de los grandes libros –escribió Descartes- es como una conversación con los mejores de los siglos pasados”.

         ¿Por qué leer? Porque al leer se ejercita todo lo que es propio del ser humano. La inteligencia, para entender lo que se lee, para seguir razonamientos, para encontrar nuevas razones, para relacionar una cosa con otra.  La memoria, porque al leer se mandan muchas cosas al almacén de los recuerdos, de donde se puede volver a extraer cuando haga falta. La experiencia, porque el leer comunica soluciones, ideas, argumentos, que pueden servir en el futuro. El sentido estético, sobre todo si se leen escritos en los que ha destellos de belleza. La inteligencia emocional, porque en lo escrito hay con frecuencia una gran variedad de sentimientos, de pasiones.

         ¿Por qué leer? Porque es el medio más barato y a mano de combatir el tedio. Decía Montesquieu: “El gusto por la lectura es un cambio de las horas de aburrimiento que uno tiene que tener en su vida por horas deliciosas”.

         ¿Por qué leer? Porque la lectura, al obligarnos a salir de nosotros mismos y a “meternos” en otros mundos, es un descanso del trabajo de todos los días y permite evitar, como decía Ortega y Gasset, “la barbarie del especialista”.

            ¿Por qué leer? Porque se contribuye a incrementar un buen sector económico español. Según datos del Instituto Español de Comercio Exterior, en los años 2005 y 2006 la cifra media de operaciones comerciales del sector del libro  alcanzó  2.999,75 y 3.185,92 miles de euros en el mercado nacional y  792,09 y 933,48 miles de  euros, en el mercado de exportación, respectivamente.

2. Quiénes leen

          Según el balance del Plan de Fomento de la Lectura, entre 2001 y 2006 aumentó la actividad lectora en España. Del 54% de la población que leía en 2001 se pasó a un 55,5% en 2006. Los datos, aunque de hace unos años, siguen siendo sustancialmente los mismos en 2010 y 2011.

         Las mujeres mantienen su primacía lectora, con un 59,6% frente al 51,4% de la  población masculina. Los jóvenes de entre 14 y 24 años son los que más leen (72,1%), seguidos por los de entre 25 y 34 años (66,1%). Entre las personas de 35 a 44 años este porcentaje se reduce al 60,1% y el descenso se mantiene a medida que aumenta la edad: 56,2% entre 45 y 54 años; 48,3% entre 55 y 64 años; y 31,1% de 65 años en adelante. Hay una razón, que no suele citarse, por la que a mayor edad menor lectura. Se trata del fenómeno casi general de la vista cansada. Aunque se tengan las gafas adecuadas, muchos libros son poco apetecibles para las personas mayores por el tipo de letra, por la ausencia de un generoso interlineado, por no hablar de la mala costumbre, muy de moda, de imprimir no negro sobre blanco, sino gris sobre blanco.

         El porcentaje de personas que lee al menos un libro al año se sitúa en el 60,8% en 2006, por lo que durante ese año 23,2 millones de españoles terminaron un tomo entero. De este grupo de población lectora, un 28% leyó entre 1 y 4 libros durante el año y un 21,7% se atrevió con entre 5 y 12 libros. La cifra desciende al 10,1% en el caso de las personas que aseguraron haber leído más de 12 libros en 2006, o lo que es lo mismo, por lo menos uno al mes.

         A la hora de pensar en la lectura como una forma viable de emplear el tiempo libre, el estudio refleja un empate técnico. El 42% de la población española se declara lectora frecuente en su tiempo de ocio, lo que implica leer al menos una vez por semana. Por otra parte, el 41,9% no lee nunca o casi nunca cuando dispone de tiempo libre. En medio de ambos, un 16,1% de personas figuran como lectores ocasionales, ya que cogen un libro alguna vez al mes o cada dos o tres meses.

         En cuanto a la compra de libros, se puede afirmar que uno de cada dos españoles compró al menos un volumen en 2006. Las librerías siguen siendo el lugar preferido para la compra con un porcentaje del 56,2% frente al 47,4% de consumidores que opta por otro tipo de espacios comerciales.

         Como novedad, el estudio recoge datos desde 2005 de la población menor de 14 años. Los niños son el grupo de edad que más lee en España con una media de libros al año cifrada en 7,5 y 4,1 horas semanales de tiempo dedicadas a la lectura. El 64,2% afirma leer por elección propia frente al 35,8% que lo hace por obligación o recomendación. En los hogares de estos jóvenes lectores, el 71,9% de los padres leen habitualmente y un 80,1% les ha comprado o regalado libros en el último año.

POR QUÉ LEER