LA CREACIÓN DEL INSTANTE (MEMORIAS) – Capítulo siete

LA CREACIÓN DEL INSTANTE
(MEMORIAS)

SIETE

Besos varoniles, de los que salen de lo hondo del corazón y explotan chispeantes, suaves y alegres en armonía luminosa de color en toda tu piel joven de mujer, especialmente en tus labios dulces y en tus ojos cariñosos que como sabes son siempre el espejo de tu alma radiante.

El rojo de aquellas velas enrojece el pensamiento queriendo descubrir tantos rincones de amor que son también de dolor.

En el trono de tu querer soberano quiero estar siempre arrodillado contemplando mares y soñando imperios.

¡Cuántas locuras hacemos desnudos encendiendo amores e incendiando altares!

El café con leche matinal, al acariciar la reciedumbre dormida, despierta el afán de aventura heroica cotidiana.

Partida de mus en La Zenia alicantina que, recordando al padre, descubre en la picardía ingenua la valía y madurez del hijo quinceañero.

La multitud de la descendencia, multiplicada a través de los siglos, hace pensar en la verdad del hombre de las mil caras.

Aquel vestido rosa de la alegría, con el que muchas veces te veo en el recuerdo, viste tu cuerpo cada mañana con terciopelo multicolor.

Cuando la debilidad, casi total, se apropia de mí, no quiero abandonar el camino de la paz sino pensar mejor y recordar que, sin saber cómo, en lo más débil se encuentra la fortaleza más vigorosa.

En el parking, casi solitario, de aquel pequeño supermercado, donde se contempla El Abajón, renové esta tarea amable de escribir pensando, sabiendo que bien puede dar sentido a una vida que se escapa tantas veces en minucias urgentes e inútiles.

LA CREACIÓN DEL INSTANTE
(MEMORIAS)