1.5 La libertad del futuro

1.5 La libertad del futuro

          En el caso de la economía humana, o simplemente economía, es lógico entonces que no tenga cabida, por mucho que se intente en ocasiones, la predeterminación necesaria y rígida, ni en el diseño de los diversos proyectos empresariales o personales ni en la ejecución y materialización concreta de esos proyectos y programas. Todos tenemos capacidad de imaginar el futuro libremente con razonada responsabilidad que proyecta nuevos objetos posibles y trata de hacerlos realidad emprendiendo las acciones pertinentes y contando con la maestría de implicar otras libertades en el proyecto común. De hecho toda persona tiene vocación empresarial, también actuando formalmente como trabajador. La existencia y promoción de empresarios y hombres de gestión tiene su origen en  el presupuesto de la libertad de acción, que, en su ejercicio, dará lugar a la creación de individuos originales que influencien decisivamente la producción de riqueza. Con ese presupuesto de libertad responsable, la acción empresarial, en la que todos estamos inmersos, mira al proyecto futuro sin estar constreñidos a una concreta influencia externa y fija.

          Esa estimación y valoración económica del futuro imaginado y proyectado es cumplidamente libre en tanto en cuanto  el  futuro es el ámbito propio de la libertad. El pasado no es libre, está ya disecado, es invariable y ha sido ya concretado, esta muerto y no es. Sólo el futuro puede ser, es indeterminado y está por hacer mediante el ejercicio libre que realiza algunas de esas inmensas posibilidades capaces todas ellas de materializarse. El futuro no es como el destino determinado por los avances de la tecnología; será fruto del hombre. Vemos en el escenario al «homo autocreator», el hombre que forja su propio destino y que ha estado presente durante todo el desarrollo histórico del género humano. Como creador de su destino, no actúa de manera arbitraria; tiene que actuar bajo unas condiciones definidas y de acuerdo con ellas, pero, a pesar de ello, es libre de elegir entre las soluciones alternativas que se le presenten[2].

Por lo tanto la libertad humana, como la libertad empresarial que dimana de aquella, es acción económica. No es mera pasividad que teme elegir y decidirse para no perder alternativas también posibles, sino que su fin es actuar y auto determinarse por lo considerado mejor tras deliberar sobre la conveniencia e idoneidad de las diversas actuaciones. Para sacar partido a la libertad no podemos quedarnos pasivos viéndolas venir anclados en la mera posibilidad de elección, sino que hay que deliberar y decidirse para que esa libertad con la que necesariamente estamos comprometidos se despliegue en obras que poco a poco van forjando la propia fisonomía de quien actúa a la vez que modelan culturalmente, humanamente, el entorno material y social circundante donde quedará marcada su impronta viva. Tendremos que considerar entonces la libertad no como algo hecho y acabado sino algo vivo, inacabado y rehaciéndose continuamente en virtud de la acción y del renovado ejercicio de la decisión que va orientando al hombre a su plena realización. Podemos decir entonces con Alejandro Llano que las acciones humanas empresariales no sólo son libres sino también, cosa importante, liberadoras, esto es que amplían y mejoran la libertad personal siempre nueva. Es lógico que Hayek en Los fundamentos de la libertad ligara al espíritu de iniciativa individual el éxito o fracaso, no sólo individual sino el de cualquier civilización: Si es verdad, como a veces se alega, que falta la condición necesaria para una evolución libre – es decir, el espíritu de iniciativa individual-, hay que convenir que sin tal espíritu ninguna civilización arraigará en lugar alguno del planeta[3].

[1] Buchanan, James y Brennan, Geoffrey, La razón de las normas. Economía, política constitucional (Madrid: Unión Editorial, 1987), Cap. V.
[2] Schaff:¿Qué futuro nos aguarda?, cit., p. 178.
[3] Hayek, F.A., Los fundamentos de la libertad, cit,. p. 21.