5.- El mito del mundo moderno

5.- El mito del mundo moderno

Aunque más preparados que muchos para entender, porque eran sus valores, la libertad, la igualdad y la fraternidad, no pocos cristianos rechazaron lo positivo de la revolución y se atrincheraron en la nostalgia de un mundo pasado que tampoco había sido realmente el suyo.
Nació así el mito de que el mundo moderno era o tenía que llegar a ser, postcristiano, ya que los cristianos no eran del mundo moderno.
Desde Juan XXIII hasta hoy mismo no son raras las menciones, en palabras de eclesiásticos, al mundo moderno, ahora ya con simpatía y no con la oposición más  menos generalizada que se vivió durante el XIX y la primera mitad del XX. Pero lo de mundo moderno es una expresión que, bien analizada, no tiene  demasiado sentido.
Moderno viene de una antigua y venerable palabra latina que significa simplemente reciente. Y como lo reciente, cuando pasa el tiempo, deja de serlo, todo lo moderno se convierte, tarde o temprano, en antiguo. Si moderno se entiende en el sentido de actual, ya es más comprensible, pero entonces hay que decir que el mundo ha sido siempre moderno, en cada etapa o época, mientras fue actual.
Moderno tiene mucho que ver con moda y moda con  modo. Lo moderno es un modo reciente. La moda tiene que inventarse, con meses de anticipación (para poder venderlo a tiempo) “lo que se va a llevar este otoño” (o verano o invierno o primavera). Se trata de hacer algo distinto a lo inmediatamente anterior, pero no a todo lo anterior, porque, de otro modo, no se oirían expresiones del tipo de “vuelve la manga larga” o cualquier otra equivalente.
Si a moderno se quiere dar, en cambio, el sentido de “lo más avanzado, progresista, rompedor”, lo moderno era, en los siglos V y VI, la irrupción de los bárbaros. Lo antiguo era el decadente romano. Moderno era San Agustín que en las Confesiones (397-400) inventa la autobiografía y no será igualado, que no superado, hasta el siglo XVIII, con Rousseau. Moderna era la Córdoba califal, con una cultura no inferior a cualquiera entonces en el mundo. Modernas fueron las Cruzadas, que estaban de moda entre lo mejor de la realeza y la nobleza de los siglos XI y XII. Moderna fue la Inquisición, un nuevo modo de acabar con la disidencia. Moderno fue Tomás de Aquino que leía y utilizaba indistintamente a paganos como Platón y Aristóteles, a judíos como Maimónides y a musulmanes como Averroes. Moderno fue Lutero… y así se podría seguir.
En cuanto a los objetos e inventos,  moderna fue la guillotina, en la que murieron, sólo en los años de la Revolución, 20.000 personas; y, por no alargar, era moderna, modernísima la bomba atómica que cayó el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima, produciendo de inmediato 120.000 “modernísimas” muertes.
Lo moderno es siempre relativo; y para juzgarlo hay que ver su contenido en valores. Durante los tiempos del Concilio Vaticano II, estaba muy de moda que los eclesiásticos hablaran del “diálogo con el mundo moderno”, para,  que, de ese modo, tuviera lugar el aggiornamento, el ponerse al día, de la Iglesia católica. Si por diálogo se entiende hablar, escuchar, enterarse de lo que pasa nunca está de más y hay que dialogar, si fuera posible, hasta con Satanás. Pero si ponerse al día significa aceptar determinados fenómenos del mundo así llamado moderno eso sería llanamente una muestra de ignorancia y de insensatez.
Un fenómeno del actual mundo moderno: en Occidente, la legalización y hasta el fomento de las prácticas abortivas, influyendo –porque las leyes tienen un efecto educativo– en la aceptación social del aborto. Aggionarsi con eso significaría que la Iglesia aprobaría una conducta que está en contra de lo nuclear de su mensaje; sería un afrenta incurable al Evangelio. Y por lo demás, el aborto provocado ya no es moderno, porque tiene una cierta tradición[32].
[32] El concepto de tradición también es instrumental. En sí mismo es casi un fenómeno natural en las sociedades. Siempre hay  y habrá tradiciones. Todo depende de su contenido. La Mafia tiene ya una tradición de más de un siglo. La esclavitud fue una tradición en muchos países durante siglos.

Revolución, mundo moderno, cristianismo y libertad

Historia de un equívoco

                                                                 Rafael Gómez Pérez