8. Lectura e imitación
La casi totalidad de la gente, cuando aprende a leer, vive en un contexto familiar y es, en todos los sentidos, una especie de esponja que absorbe, casi por ósmosis, lo que ve y lo que oye. O lo que es lo mismo: casi todo lo aprende por imitación. Por eso se ha recordado siempre que si los padres quieren que los hijos sean lectores han de leer ellos y dejarse ver cuando leen. Muchos niños y niñas no se duermen si antes escuchar un cuento: e importante que ese cuento sea leído, de un libro; no sólo para que se acostumbren a ver el libro, sino también porque la palabra leída predispone más al sueño, que es de lo que se trata.
Nos hemos acostumbrado al cambio cultural que se produjo en el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XX. En las casas, donde hasta entonces sólo había palabras escritas u oídas (gramófono, radio), empiezan a entrar, a miles y de una gran variedad, imágenes. De forma física y a la vez simbólica, el televisor se instala en el centro del centro de la casa: en la sala de estar. Estar es estar, en muchos casos, viendo la televisión.
Desde muy temprano, desde que son bebés, los niños y niñas se entretienen ya con la televisión, casi siempre de dibujos animados, que apenas entienden, pero se sienten atraídos por el movimiento y por el color. Insensiblemente, los niños y niñas van anotando que los padres ven más televisión que leen libros.
Si desea criar lectores y lectoras, los padres han de proponerse explícitamente leer y leer de forma que los hijos lo adviertan.
El porcentaje de españoles y españolas que no leen ni siquiera un libro al año es del 44’5. Esas personas, en cuanto familias, son máquinas de fabricar no lectores, y por eso no tiene nada de extraño que el dato se perpetúe de generación en generación. Es cierto que, con motivo de determinadas campañas, hay signos de algún progreso, pero tener casi la mitad de la población como no lectora es un peso que lastra la cultura de un país.
9. El comentario de texto
Es frecuente, desde la enseñanza secundaria al bachillerato, y, en algunas carreras, en la universidad, pedir a los alumnos y alumnas un comentario de texto. Y en la mayor parte de los casos no saben qué hacer y lo que presentan es de una pobreza desconsoladora.
Dos son las causas principales de esa incapacidad para el comentario de texto:
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a) la falta de práctica, porque es algo que no se ha hecho desde el principio de la lectura;
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b) la falta de contexto.