Derecho, Legislación y Libertad.  

El orden político de una sociedad libre 

Teniendo en cuenta que las asambleas representativas que denominamos «legislaturas» se ocupan fundamentalmente de las tareas relativas a la función de gobierno, es evidente que tal realidad no sólo ha determinado fundamentalmente los aspectos internos de las mismas, sino que también ha llegado a afectar decisivamente hasta la propia estructura mental de quienes las integran. Hoy en día se afirma que el principio de la separación de poderes está sufriendo menoscabo a manos de la creciente asunción de los poderes legislativos por parte de la Administración pública. Lo cierto es que este principio fue abandonado hace tiempo en la medida en que los organismos denominados «legislaturas» fueron paulatinamente recabando para sí las funciones de gobierno (o, para hablar con más  precisión, a medida que la responsabilidad legislativa fue poco a poco entregada a  instituciones ya existentes cuya ocupación fundamental giraba en torno al control de las cuestiones de gobierno). La separación de poderes apunta a asegurar que todo coactivo acto del gobierno se halle siempre respaldado por alguna norma de justicia, a su vez refrendada por alguna institución que ninguna concomitancia tenga con los específicos fines cuyo logro circunstancialmente pretenda el gobierno. Si, en la actualidad, las gentes prefieren denominar también «ley» a aquellas decisiones que, adoptadas por la Cámara de Representantes, afectan únicamente a cuestiones de gobierno, conviene no olvidar que en modo alguno cabe equiparar tal tipo de «legislación» con aquella otra cuya existencia presupone el ideal de la división de poderes. Ceder a tal pretensión significaría meramente otorgar a la asamblea ciertos poderes ejecutivos, sin al propio tiempo imponerle la obligación de someterse a norma alguna de tipo general que ella misma sea incapaz de alterar.

Friedrich A. Hayek. Derecho, Legislación y Libertad. El orden político de una sociedad libre, V.III, Madrid, Unión Editorial, 1982.  pp. 56-59.

Para entender mejor cuál era el significado de la palabra «naturaleza» en los tiempos medios, resulto útil acudir a la etimología. El vocablo tiene en su origen semántico un doble aspecto. «Natura» procede del participio pasivo –natus- del verbo nascor, nacer. Nascor proviene a su vez de «gena», engendrar. Es decir, lo que surge y nace, lo que es engendrado. El término naturaleza equivale, pues, a natividad, a nacimiento, a generación de los vivientes, en cuya raíz se encuentra el cambio, la mutación, el devenir. Significa, en consecuencia, dos cosas a la vez. Por una parte, la existencia de un principio con fuerza suficiente para engendrar, para hacer nacer, para crear; por otra, la cosa acabada, el resultado, lo engendrado en su totalidad

Rodríguez Casado, Vicente,  Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporáneo. Madrid: Espasa-Calpe, 1981; p. 40.

Un paso decisivo fue ver el valor como lo que merece ser deseado. No es que el sujeto atribuya o dé valor a algo, sino que lo reconoce, lo percibe como tal y por eso lo estima. En la interpretación madura, el valor es algo plenamente objetivo: las cosas tienen valor, independientemente de que yo lo perciba y reconozca o no. Los valores son cualidades que tienen las cosas, que por ello son “bienes” (…)

Julián Marías, Tratado de lo mejor, Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 32.

Si estoy en lo cierto respecto del deslizamiento hacia una sociedad más heterogénea y diferenciada, deberemos esperar ver una mucha mayor variedad en la identificación y en los agrupamientos. Y esto es precisamente lo que está sucediendo.

En Estados Unidos, y otras naciones con elevada tecnología, no es sólo el cuerpo político el que se está rompiendo en fragmentos, el mercado del consumidor refleja más diversas necesidades individuales y de grupo, y más subculturas se separan de los valores dominantes de la mayoría, sino que los mismos procesos centrífugos se hallan en marcha dentro  de los mismos grupos minoritarios.

Los subgrupos raciales, étnicos y religiosos en cada sociedad, se hallan asimismo segmentándose en otros mini grupos más pequeños, más autodefinidos, más variados. Ya no es, simplemente, apropiado hablar de los negros norteamericanos como un grupo homogéneo, o agrupar juntos a los hispanos. 

Toffler, Alvin, Avances y premisas, (Barcelona: Plaza & Janes, 1983) p. 169.

El pensar bien consiste: o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte, caemos en error. Conociendo que hay Dios conocemos una verdad, porque realmente Dios existe; conociendo que la variedad de las estaciones depende del Sol, conocemos una verdad, porque, en efecto, es así; conociendo que el respeto a los padres, la obediencia a las leyes, la buena fe en los contratos, la fidelidad con los amigos, son virtudes, conocemos la verdad; así como caeríamos en error pensando que la perfidia, la ingratitud, la injusticia, la destemplanza, son cosas buenas y laudables.

La convergencia de una concatenación de descubrimientos científicos a lo largo de la historia tales como el ábaco, el cálculo matemático con el sistema binario, la electricidad, el silicio, la  fibra óptica,…etc., han hecho posible ese despliegue global desde la persona individual a través de la microinformática personal influyendo sobre  el lenguaje, las ciencias, el arte y, desde luego, la economía. Todas las actividades industriales y de servicios, también las agrícolas y especialmente el mundo financiero, junto al estilo de vida de nuestras sociedades, se encuentran aceleradamente afectadas y ello implica cambios importantes institucionales, jurídicos y sociales, en algunos casos ciertamente complejos.

El hombre trata de dominar toda esa inmensa potencia de la Naturaleza para reorientarla hacia sus preferencias y, por lo tanto, humanizarla. Trata de domeñarla con su trabajo diferenciado pero complementario y con los medios e instrumentos tecnológicos de capital  que va teniendo a su alcance según las circunstancias y la concatenación de descubrimientos innovadores a lo largo de cada tiempo histórico.  Y si decíamos que el factor productivo Tierra en sí mismo era altamente productivo desde el punto de vista meramente material -ya que se multiplicaba de forma exponencial en redes físico-químicas y biológicas- qué no decir de esa riqueza inigualable a nuestra disposición cuando es trabajada y reorientada con la potencia tecnológica cada vez más sofisticada fruto de la inteligencia humana combinada con su laborar manual.

Aunque la economía necesita tratar con las realidades materiales por su origen y, por lo tanto, necesita conocimientos de las ciencias de la naturaleza, lo importante no son esas realidades en sí mismas consideradas, sino en cuanto pueden servir al hombre, es decir, en cuanto valen. El punto de vista desde el que la economía estudia esas realidades es el punto de vista de su valor. El valor está en el centro de todo análisis económico.

Sin embargo, como el valor económico hace referencia al hom­bre, a sus finalidades, la economía necesita conocer esos fines y, por tanto, conocer la naturaleza humana. Ello nos conduce a la necesi­dad de información sobre las ciencias del hombre.

La economía ejerce una función de mediación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas. No pretende conocer las cosas tal como son en sí, sino su capacidad de relación humana. La economía, al estudiar el valor económico, lo que intenta es entresacar la «vocación» humana que tiene esa realidad material.

JUSTICIA Y ECONOMÍA.

CAPÍTULO  VII

LIMITACIONES  AL  GOBIERNO  Y  AL  ESTADO DESDE  LA LEY NATURAL  

1.-  La ley natural orienta y limita la actuación de gobernantes y legisladores.

2.- Imposibilidad del control eficaz gubernamental en la sociedad plural.

3.-  La ley natural y la coacción desde los colectivos y las  mayorías idolatradas. Los límites de la democracia.

4.-  Libertad desde la ley natural versus coacción estatal. Impuestos.

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JUSTICIA Y ECONOMÍA

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CAPITULO  VIII

 SOBRE LA EFICACIA COORDINADORA UNIVERSAL DE LA LEY NATURAL

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 1.- La ley natural se despliega desde la conciencia presente en el mundo interior de la persona humana.

2.- La teoría hayekiana de la  información diseminada. Especial relevancia en nuestra era de la informática y las telecomunicaciones.

3.- Teoría del conocimiento. El motor humilde de la economía libre que desde el reconocimiento de la ignorancia busca la  verdad  siempre   nueva.

4.- La verdad de la ciencia.

5.- La Ley Natural transmite unidad en la diversidad coordinando el sistema y haciéndolo estable y predecible. Mestizaje. La coordinación          espontánea de las subjetividades personales actuantes. La Ley Natural como base de esa coordinación unificadora.

6.- ECONOMÍA NATURAL.  A modo de conclusión del capítulo VIII

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