Hayek. Rasgos biográficos y características del contexto histórico e intelectual. – Apartado 3 – Capítulo 1 – Justicia y Economía

Justicia y Economía

 ÍNDICE GENERAL

CAPÍTULO  I   

CONTEXTOS   HISTÓRICO   E   INTELECTUAL   DEL  SIGLO   XVI   Y DEL SIGLO  XX  EN  LA  ÓRBITA  ESPAÑOLA   Y  EUROAMERICANA MUNDIAL

Apartado 3

Hayek. Rasgos biográficos y características del contexto histórico e intelectual.

(…) la historia no se reduce a lo que se ha hecho y ha acontecido, sino también, y no menos, a lo que se ha podido hacer y no se ha hecho, a lo que no ha llegado a suceder, pero estaba entre las posibilidades. Por eso, el catálogo de los errores –entendiendo primariamente por ellos las renuncias a lo auténtico, las desviaciones del verdadero proyecto histórico- forma parte intrínseca de la realidad.[1]

Si el siglo  XVI comienza cuando todavía  se escuchan los ecos de los grandes hechos recientes de la Conquista de Granada -después de casi 8 siglos de luchas con el Islam- y el descubrimiento de América que conllevaba todo aquel inmenso panorama en tierras y personas nuevas  que se abría a los ojos llenos de asombro de la cristiandad española y de todo el Occidente de la época, el siglo XXI –que para Dalmacio Negro, con los que otros autores están de acuerdo, se inicia el 9 de noviembre de 1989[2]– comienza con aquel inmenso panorama intelectual y material que -con la ayuda también de Hayek- se abría a los ojos asombrados del Occidente de finales del siglo XX cuando cayó el muro de Berlín aquel día de la Almudena de 1989 anticipando la caída de todo el imperio soviético y –con ella- la guerra fría y la necesidad de reconstruir tanto y cuanto, no sólo en lo material, sino también -y especialmente- en el ámbito intelectual del mundo de las ideas que por otra parte siempre acaba repercutiendo en las construcciones meramente materiales. Terminaba aquel siglo XX marcado todo él por el intento de llevar a la práctica aquel materialismo ateo dialéctico comunista de Marx y Engels y que entronizó la lucha de clases del proletariado como medio  de destrucción y aniquilación del sistema capitalista. Y Hayek vivía ya cuando Lenin triunfa en Rusia y vivía aún cuando todo aquello –sin apenas derramamiento de sangre y de forma pacífica y sorprendente- empieza su ocaso definitivo. Hayek vió el principio práctico y vió también el final esparanzador. Vivió también, por lo tanto, las dos guerras mundiales y aquel tremendo acontecimiento del final de la segunda con las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki,  la gran depresión de 1929 entre las dos guerras, la Guerra Fría posterior que permaneció ejerciendo su influencia hasta el citado 1989, el episodio de la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, la guerra del Vietnam, el mayo del 68 francés, la hiperinflación del llamado Estado del Bienestar,  el gran salto adelante en la conquista y descubrimiento renovado del universo exterior, el cada vez más acelerado proceso hacia la Unión Europea en los últimos años en que vivió, las guerras tribales horrorosas especialmente africanas, la China de Mao y la Revolución cultural, el comienzo de la expansión tecnológica de las telecomunicaciones y de la informática personal transformando todas las actividades humanas, las fuertes migraciones multidireccionales pero siempre teniendo como punto de destino alguno de los países de la órbita occidental, …etc. Y hemos vivido a lo largo de todo el siglo XX -y se sigue viviendo- un mundo en el que las identidades nacionales –y ahora el fundamentalismo islámico con mayor vigor y agresividad contra occidente-  importaban más que las pautas de conducta y en el que éstas se consideraban moldeables mediante control gubernamental. Pero a pesar de las grandes tragedias mundiales fruto de los totalitarismos y de los racismos, es la era de la gran revolución científica y la era de la luz que acaba transformándose en la era de la imagen y la comunicación universal en tiempo real.

Si los cambios en las realidades históricas han sido enormes entre el final del siglo XIX -cuando nació Hayek- y 1992 -cuando murió-, más importantes han sido los cambios producidos en el mundo de las ideas. Las ideas son en último término y en principio las que hacen fracasar o triunfar la economía personal, familiar, empresarial o nacional. Son las concepciones del mundo, de la persona y de la sociedad las que nos mueven a la actuación práctica en una u otra dirección condicionando así los resultados económicos. Las ideas orientan la conducta humana y ésta se materializa en la economía. Son las ideas las que acaban transformando las realidades materiales e históricas, y no al revés. Son las nuevas ideas las que cambian la economía y no la economía a las ideas. Son las buenas ideas las que transforman el mundo del Derecho y no al revés. Y, efectivamente, en el siglo XX se han producido cambios inmensos en el mundo de las ideas del  ámbito económico, legislativo, político y tecnológico por ejemplo.

En los años sesenta, además del marxismo, todavía estaban vigentes los ecos del neohistoricismo alemán, del nacionalismo económico, del institucionalismo norteamericano o las ideas de los socialistas utópicos, el fascismo, el nacional socialismo y las influencias krausistas. Estaba boyante entonces el comunismo pilotado por el experimento soviético de economía planificada de dirección central (con la imposibilidad del cálculo económico que siempre lleva aparejado) así como las actitudes corporativistas y el afán, aún vigente, de un amplio Estado del Bienestar. Pero, sobre todo en Occidente, ante el temor político y social resultante de la Gran Depresión con sus consecuencias, se idolatró el keynesianismo[3] en las políticas económicas. Se popularizó y convirtió en ortodoxia incontestable para los políticos de todas las tendencias tras la segunda guerra mundial. Ello también llevó al intervencionismo público, la planificación, el corporativismo y el protagonismo estatal frente a la sociedad dinámica. Tales tendencias en el mundo de las ideas acabaron llevando a situaciones de inflación  con desempleo masivo y a incrementos muy peligrosos de la Deuda Pública en la mayoría de los países. La crisis del petróleo de los años setenta agravó la situación.

 Entre las muchas  afirmaciones proféticas (aunque en ningún caso él las hubiese catalogado como tales) que Hayek pronunció y escribió en su vida intelectual destaca por su amplitud, generalidad y consecuencias prácticas multidireccionales aquella en la que señalaba:

Incluso cuando me esfuerzo por considerar los años comprendidos entre 1931, cuando marché a Londres, y, digamos, 1936 o 1937, lo más objetivamente que puedo, me siguen pareciendo un periodo culminante y, a la vez, el final de una etapa de la historia de la teoría económica y el comienzo de otra muy diferente. Y añadiré de seguido que no estoy del todo seguro de que el cambio de enfoque que por entonces tuvo lugar haya supuesto una ganancia neta, y que quizás tengamos algún día que retomar las cosas donde las dejamos entonces[4].

  Era una referencia clara y contundente al giro que se produjo en la economía en general hacia la  macroeconomía que inspiró la publicación de The General Theory of Employment, Interest and Money en 1936.

Friedrich August von Hayek vive en esa época. Nació[5] en Viena[6] el día 8 de mayo de 1899 y murió en Friburgo de Brisgovia (Alemania) el 23 de marzo de 1992. 

Ha sido una de las figuras intelectuales más importantes del siglo que ahora termina. Filósofo multidisciplinar, gran pensador liberal y Premio Nóbel de Economía, Hayek escribió una amplísima obra que es cada vez mejor conocida, y que está teniendo tan gran influencia en los más variados ámbitos que los próximos años podrán calificarse, sin duda alguna, como los años de la «era de Hayek» en la historia del pensamiento económico, político y social.[7]

Según explica el profesor Jesús Huerta de Soto -en F. A. Hayek (1899-1992): una semblanza moral- nuestro autor tenía desde muy joven una gran y desordenada curiosidad intelectual que  le impedían concentrarse con aplicación en las diferentes asignaturas con lo que adelantaba y presagiaba en sí mismo uno de los núcleos metodológicos de toda su construcción doctrinal tanto en la economía como en el derecho.

 Según confesión propia, si tomaba apuntes no podía comprender lo que escuchaba e, incapaz de retener de memoria las explicaciones de sus profesores, se veía así obligado a reproducir siempre ex novo y con gran esfuerzo los razonamientos que deseaba exponer. Como indica en su artículo «Dos tipos de mente», Hayek achacaba su fructífera capacidad intelectual precisamente al proceso mental, aparentemente desordenado e intuitivo, que le caracterizaba y que tanto contrastaba con la mente de otros teóricos de la Escuela Austriaca que, como Böhm Bawerk o el propio von Mises, dominaban absolutamente su materia y eran capaces de exponerla oral y verbalmente con gran rigor y claridad.

Hayek obtiene el título de doctor en derecho por la Universidad de Viena  en noviembre de 1921 y el de doctor en ciencias políticas (doctor rerum politicarum) por la misma Universidad en marzo de 1923. Ese mismo año parte para los Estados Unidos, donde realiza estudios de postgrado, regresando a Austria en mayo de 1924.

Fue contratado, y trabajó durante cinco años (hasta 1926) en la Administración, bajo la dirección del propio Mises. Éste, en su oficina de la poderosa Cámara de Comercio de Viena, de la que era asesor económico, organizó por entonces un Privat Seminar (Mises-Kreis), que se reunía de modo informal, por las tardes, cada quince días, y en el que participaban unas treinta personas para discutir sobre cuestiones de economía, sociología o filosofía de las ciencias sociales.

 Este seminario de Mises[8] era famoso en Viena. Aunque Hayek comenzó a asistir después de su estancia de postgrado en los EE.UU., es decir, desde 1924 a 1931, el seminario empezó su andadura en 1922 y acabó en 1934. Para poder asistir al seminario era preciso haber alcanzado ya el título de doctor y conocer bien el idioma inglés (Hayek, además conocía bien el latín y el griego clásico). Entre los hombres y mujeres que asistieron al seminario destacan los nombres de Félix Kaufmann (1895-1949) –a través del cual visitaron el seminario miembros del Círculo de Viena, como H. Feigl-, el sociólogo Alfred Schutz (1899-1959), F. Machlup, G. Haberler, y los economistas R. Strigl y Ewald Schams.

A partir de 1931, y gracias a otro discípulo de von Mises, Lionel Robbins, Hayek ocupó una cátedra hasta 1949 en la London School of Economics, convirtiéndose en el principal exponente en lengua inglesa de las aportaciones de la Escuela Austriaca de Economía. Hayek siempre mantuvo una exquisita cortesía académica con todos sus oponentes, a los que nunca achacó mala fe sino tan sólo el error intelectual. Así ocurrió, por ejemplo, en sus polémicas con los teóricos socialistas, con Keynes y con Knight y la Escuela de Chicago[9], a todos los cuales se opuso no sólo en cuestiones metodológicas (Hayek llegó a decir que después de la Teoría General de Keynes, el libro más peligroso para la ciencia económica habían sido los Ensayos sobre economía positiva de Milton Friedman), sino también en teoría monetaria, del capital y de los ciclos.[10]

Hayek dimitió como profesor de la London School of Economics en diciembre de 1949. Los Estados Unidos ofrecían nuevos horizontes para el quehacer intelectual. Los Estados Unidos[11] vivían en aquellos años una etapa de deslumbrante prosperidad. La transición de la guerra a la paz había sido relativamente indolora y, a pesar de las recesiones económicas de los años 1953-54 y 1957-59, puede decirse que la década de los cincuenta se caracterizó por la estabilidad económica y el pleno empleo.[12]

 Después haber pasado treinta y un años en el mundo anglosajón, Hayek regresa a Europa en la primavera de 1962. Comienza entonces, según algunos autores, la fase más interesante de su vida, el mejor momento de su carrera. Como profesor de política económica en la Albert-Ludwigs-Universität, F.A. Hayek permanece en Friburgo[13] (Alemania) hasta 1967. En 1969 es nombrado profesor emérito de dicha Universidad y también en estos años el Gobierno austriaco le ofrece la posibilidad de convertirse en presidente del Banco Nacional, cargo que nuestro autor rechazó para poder dedicarse de lleno  finalizar su obra  Derecho, legislación y libertad[14].

 En octubre de 1974, la Academia sueca le otorgó el Premio Nóbel de Economía[15]. Nunca pensó que recibiría el premio –“one whose views are as unfashionable as mine are”-, de modo que resultó para él un acontecimiento totalmente inesperado. Probablemente, como ha señalado Lucas Beltrán, después de la crisis económica de 1973 pareció necesario restaurar los mecanismos de la economía de mercado y es posible que se decidiera por ello otorgar el premio a uno de los más influyentes defensores de la economía libre. Es sabido que Hayek recibió el premio conjuntamente con el economista Gunnar Myrdal, uno de los padres fundadores del welfare state  sueco. En su juventud había compartido las ideas de Hayek e incluso éste había prologado y editado, en 1933, un libro Beiträge zur Geldtheorie, en el que se incluía un trabajo de Myrdal. Pero, con el tiempo, el economista sueco se convirtió de forma plena al intervencionismo estatal y adquirió fama como teórico del llamado socialismo democrático.[16]

 La  extraordinaria coherencia y continuidad intelectual de Hayek queda de manifiesto con la publicación de su última obra, “La fatal arrogancia: los errores del socialismo”. Hacia finales de los años setenta nuestro pensador se sentía cada vez más atraído por la idea de una confrontación pública con pensadores socialistas y quería organizar una conferencia en París que reuniese a liberales y socialistas. Para ello redactó veinte puntos, que han sido el origen de su último libro. Toda una trayectoria personal e intelectual en defensa de la libertad éste podría ser, en definitiva, el mejor resumen del quehacer de F.A. von Hayek a lo largo de nuestro siglo. Una vida marcada, en último término, por la vieja idea griega de la eleutheria, la libertad bajo el imperio de la ley, como la única forma digna de la vida auténticamente humana.[17]

 Para finalizar y a los efectos de entender con mayor claridad los aspectos fundamentales de este trabajo en el que se trata de proyectar las aportaciones de los teólogos de Salamanca como Vitoria, Mercado  y Soto sobre el mundo actual y en especial sobre Hayek me parece especialmente significativo lo que Jesús Huerta de Soto -editor de la edición española de las»Obras completas de F.A. Hayek» (en 22 volúmenes)- nos relata al final de su artículo F.A. Hayek (1899-1992): Una semblanza moral:

Por último hemos de hacer un breve comentario sobre las relaciones de Hayek con la religión. Bautizado como católico, desde joven abandonó la práctica religiosa y se hizo agnóstico. No obstante, con el paso de los años fue comprendiendo cada vez mejor, en general, el papel clave que la religión tiene para estructurar el cumplimiento de las normas pautadas que fundamentan la sociedad y, en particular, la importancia que los teólogos españoles de nuestro Siglo de Oro tuvieron como precursores de la moderna ciencia económica y social. Es más, en 1992, el pensador católico Michael Novak sorprendió al mundo intelectual cuando hizo pública la extensa conversación personal que el papa Juan Pablo II y Hayek mantuvieron antes del fallecimiento de éste, de manera que existen signos inequívocos de la gran influencia que el pensamiento de Hayek tuvo en la encíclica “Centesimus agnus” y en particular en sus capítulos 31 y 32, todos ellos llenos de importantes aportaciones hayekianas. Nunca sabremos si este agnóstico declarado, en los últimos momentos de su vida, pudo dar los pasos que son necesarios para comprender y aceptar a ese ser supremo «antropomórfico que superaba, con mucho, su capacidad de comprensión». Pero de lo que si podemos estar seguros es de que comprendió como nadie los riesgos del endiosamiento de la razón humana y el papel clave que tiene la religión para evitarlos, hasta el punto de que, como indica Hayek en la última frase que escribió en su último libro, «de esta cuestión puede depender la supervivencia de toda nuestra civilización».

En sus entrevistas con Hayek  es lógico que Juan Pablo II entendiese bien lo que Hayek quería transmitirle y que se incorporó a la Centessimus Annus porque Juan Pablo II conocía los escritos del XVI  ya que hizo la tesis doctoral sobre Juan de la Cruz y conocía perfectamente a Santa Teresa de Jesús (fue en su aniversario cuando fue elegido Papa). Y también conocía perfectamente la doctrina de Tomás de Aquino como queda demostrado en todo su magisterio Petrino.  Por eso sus escritos están tan en sintonía con muchos de los descubrimientos intelectuales y en algún sentido proféticos de los escritos del siglo de Oro español.

Quizás esa predisposición de Hayek a conversar con Juan Pablo II sea también consecuencia de aquel descubrimiento que al hilo de las indicaciones de Bruno Leoni  se presentó ante él en los años 50:

othbard no fue, sin embargo, el único economista austriaco importante que destacó el origen de la Escuela Austriaca. De hecho, Friedrich Hayek mantuvo el mismo punto de vista, especialmente después de sus contactos intelectuales con Bruno Leoni, el gran académico italiano autor de libro “La libertad y la ley”. El encuentro entre Leoni y Hayek tuvo lugar en los años 50 del siglo pasado y como resultado del mismo este último quedó convencido de que las raíces intelectuales del liberalismo clásico eran de origen continental y católico y debían buscarse, por tanto, más en la Europa continental y mediterránea que en Escocia.[18]                                                                     

Son significativas, por último, aquellas palabras autobiográficas de Hayek cuando dice que

a los quince años de edad había llegado al convencimiento de que nadie podría darme una explicación razonable de qué se significa con la palabra “Dios” y que, por lo tanto, carecía de sentido afirmar la creencia en Dios tanto como negarla.

 Aunque en general ésta haya sido mi posición desde entonces, siempre y cuando no se me desafiara he evitado ofender innecesariamente a otras personas de firmes creencias religiosas haciendo ostentación de mi carencia de tales creencias o siquiera manifestando mi falta de fe. Por otra parte, mi posición ante las diferentes iglesias cristianas siempre ha sido algo ambigua. Mi idea es que si alguien desea realmente tener una religión debería adherirse a lo que me parece el “credo verdadero”, esto es, el catolicismo romano. El protestantismo siempre se me antojó una etapa en el proceso de emancipación de la superstición; un paso que, una vez dado, debía conducir a la más absoluta falta de fe. Sin embargo, su aparente razonabilidad podría mantener dentro de la grey cristiana a quien no pudiera aceptar todas las doctrinas del catolicismo. En otras palabras, me parecía que sólo los dos extremos constituían posiciones tolerablemente estables; pero, ya que yo había encontrado mi lugar de descanso en una de estas posiciones extremas, no me preocupé demasiado del asunto, aunque a menudo haya podido parecer incoherente al simpatizar “intelectualmente” más con el protestantismo y admitir  sin embargo que, si uno ha de tener una religión, entonces el catolicismo me parece más consistente[19].

 [1]   Julián Marías, España ante la historia y ante sí misma (1898-1936), Madrid, Espasa-Calpe, 1996, p.135.
[2]    La importancia de los cambios es tan relevante que, efectivamente, Dalmacio Negro, Académico en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, indica que, real e históricamente, debería señalarse tal fecha como el auténtico comienzo del siglo XXI y del nuevo milenio.
3]   Los tiempos fueron más propicios a las ideas de Keynes que a las de Hayek: durante cerca de treinta años, el pensamiento económico se plegaría a la ortodoxia keynesiana, mientras que el espíritu intelectual que inspiraba a Hayek, e incluso su misma persona, quedaban relegadas al olvido.
 La polémica entre Keynes y Hayek comienza con la publicación de una crítica de nuestro autor al libro de Keynes A Treatise on Money en la revista Economica de la London School of Economics. A la crítica de Hayek le sigue una dura respuesta de su adversario, en la que califica la obra del economista austriaco Prices and Production como “el desaguisado más horrible que jamás he leído”. Se suceden las réplicas y contrarréplicas, hasta que Keynes declara que ha cambiado de opinión y que ya no cree en lo que ha escrito. Esta fue la causa de que Hayek renunciara a publicar una crítica frontal a la célebre Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), porque pensaba, con cierta ironía, que también esta vez Keynes cambiaría de criterio. Paloma de la Nuez, Op. Cit, pp.42-43
 Hayek dedicó estos primeros años londinenses a rebatir las ideas económicas de Keynes, produciéndose entre ambos profesores una viva polémica, a la que ya nos hemos referido. Mientras tanto, el seminario del profesor Robbins en la London School se había convertido en un foro de discusión de las ideas hayekianas y el mismo Hayek, en su propio seminario, en el que también participaban Robbins, E. Gombrich (historiador del arte) y el economista G.L.S. Schackle, entre otros, da a conocer numerosos estudios de autores partidarios de la teoría austriaca del ciclo económico, comolos de Abba P. Lerner, Ludwig M.Lachmann o Nicholas Kaldor. Por otra parte, Gottfried von Haberler llamó la atención de Hayek sobre el libro de Popper  La lógica de la investigación científica y en 1936 Hayek invitó a su compatriota (al que aún no conocía) a acudir a su seminario, donde Popper leyó una primera versión de lo que luego sería su Miseria del historicismo, en el que defendía la tesis de que el historicismo había inspirado el pensamiento marxista y el fascismo. Su defensa de la libertad frente a las ideas totalitarias le acercaba, desde luego, a Hayek, y fueron desde entonces grandes amigos. Paloma de la Nuez, Op. Cit, p.46
[4]   Hayek,  Contra Keynes y Cambridge, Obras Completas,  V. IX,  Madrid, Unión editorial, 1996, p. 57.  
5]  Hayek nace, como señalamos, en Viena, en el seno de una familia bien relacionada con la buena sociedad de la capital imperial, como prueba el linaje familiar que se remonta a Bohemia en el siglo XV y el empleo del aristocrático von delante del apellido, que, no obstante, dejó de utilizar al adquirir la nacionalidad británica en los años treinta. En los tiempos modernos, tiene ciertos lazos de parentesco con el filósofo Wittgenstein (1889-1951), a quien Hayek vio por vez primera hacia 1910 y con quien volvió a coincidir en 1918 en un tren que volvía del frente.
 Por la rama materna, su abuelo fue un notable profesor de Derecho constitucional, Franz von  Juraschek, colega del famoso economista Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914), discípulo de Carl Menger (1840-1921), el fundador de la Escuela Austriaca.
 Los propios hijos de Hayek han seguido caminos claramente orientados a las ciencias aplicadas; establecidos ambos en Londres, de nacionalidad también británica, su hija Christine es bióloga del British Museum y su hijo Lawrence, doctor en medicina, se ocupa fundamentalmente de patología y bacteriología. No es extraño, en este ambiente que le ha rodeado durante toda su vida, que los temas biológicos y de psicología científica ocupen un espacio preferente en muchos escritos del economista y pensador político austriaco. Paloma de la Nuez. La Política de la Libertad.  Estudios del pensamiento político de F.A. Hayek. Nueva Biblioteca de la Libertad  7, Madrid, Unión Editorial, S.A., 1994, pp. 21-22.
 [6]  Durante la época en que Hayek estudió en la capital del ya desaparecido Imperio, la ideología prusiana era, sin duda, el pensamiento dominante de la Universidad de Viena, lo que explica probablemente el clima favorable al auge posterior de las doctrinas nacional-socialistas. En Austria, la economía, por ejemplo, se enseñaba como parte del derecho y por profesores venidos, en su mayoría, de Alemania. No obstante, según han escrito, entre otros, autores tan distinguidos como S. Zweig o K. Popper, la Universidad de su ciudad gozaba de indudable prestigio,  había en ella un grado considerable de libertad y de autonomía y destacaba, sobre todo por el gran número de profesores eminentes que albergaba en su seno. Paloma de la Nuez, Ibid., p. 24.
[7]   Jesús Huerta de Soto. “Hayek: una semblanza moral”,  Revista Ilustración Liberal, V.1, nº 4, Oct-Nov, 1999, pp. 123-128.
 [8]  Según confesión propia, el Hayek de aquellos años no se diferenciaba mucho del resto de sus compañeros, en lo que a ideas políticas se refiere: era un socialista «fabiano» que, siguiendo los pasos de su maestro Wieser, pensaba que la benigna intervención del Estado era capaz de mejorar el orden social. Fue la lectura del análisis crítico del socialismo publicado por von Mises en 1922 con el título de Die Gemeinwirtschaft, la que hizo que Hayek abandonara los ideales socialistas que abrazó en su primera juventud (Robbins y Röpke, entre muchos otros, también tuvieron una experiencia semejante como resultado de la lectura del libro de von Mises). A partir de entonces, y gracias a una recomendación de Wieser, Hayek empezó a colaborar estrechamente con von Mises en el ámbito profesional (primero en la oficina de reparaciones de guerra que dirigía von Mises y después en el Instituto Austriaco del Ciclo Económico que éste había fundado) y en el académico (convirtiéndose en uno de los participantes más productivos del seminario de teoría económica que von Mises mantenía quincenalmente en su despacho de Secretario General de la Cámara de Comercio de Viena)
 Hayek debe a von Mises el punto de partida de casi todo lo que hizo en teoría económica. Gracias a von Mises, Hayek abandonó gran parte de la malsana influencia de Wieser y retomó el tronco fundamental de la concepción austriaca de la economía, que teniendo su origen en Menger, y habiendo sido enriquecida por Böhm Bawerk, von Mises se había propuesto desarrollar y defender frente a las veleidades de teóricos positivistas, como Schumpeter, o más proclives al modelo de equilibrio, como Wieser. Las relaciones entre el maestro von Mises y el discípulo Hayek fueron hasta cierto punto curiosas. Por un lado de gran admiración y respeto. Pero, por otro, de cierto distanciamiento, según las épocas y circunstancias. Debiéndose notar un cierto énfasis hayekiano por resaltar la independencia intelectual respecto de un maestro que, como reconocía el propio Hayek, a la larga la evolución de la propia realidad siempre terminaba poniendo de manifiesto que tenía razón. Jesús Huerta de Soto. “Hayek: una semblanza moral”,  Revista Ilustración Liberal, V.1, nº 4, Oct-Nov, 1999, pp. 123-128.
9]   Jamás tuvo una palabra de queja o de reproche, ni siquiera cuando fue objeto de injustos y furibundos ataques por parte de Keynes, o cuando fue vetado por los miembros del departamento de economía de Chicago, cuya arrogancia les impidió aceptar la entrada de un «teórico de la Escuela Austriaca» en sus filas (afortunadamente Hayek sí fue admitido -sin salario oficial, pues su remuneración fue pagada por una fundación privada- en el departamento de ciencias sociales y humanidades de esa misma Universidad, en cuyo seno Hayek pudo escribir su monumental obra sobre ‘Los fundamentos de la libertad’). Jesús Huerta de Soto. “Hayek: una semblanza moral”,  Revista Ilustración Liberal, V.1, nº 4, Oct-Nov, 1999, pp. 123-128.
[10]   Jesús Huerta de Soto. “Hayek: una semblanza moral”,  Revista Ilustración Liberal, V.1, nº 4, Oct-Nov, 1999, pp. 123-128.
[11]   Existe en estos años un centro de difusión de la ortodoxia liberal, la Universidad de Chicago, que, dada su estrecha relación con nuestro autor, estudiaremos a continuación con más detalle. La influencia de los miembros de la llamada Escuela de Chicago se dejará sentir en un ambiente de mayor prestigio e influencia de las ciencias sociales, debido, en parte, a los adelantos técnicos que hacen posible el enunciado de teorías en forma empírica y verificable. En definitiva, las nuevas técnicas de investigación y la adopción de recursos matemáticos y cuantitativos, que hasta entonces sólo se asociaban con las ciencias físicas, promoverá el rápido desarrollo de las ciencias sociales.
 Éste es, en definitiva, el amplio y complejo panorama intelectual que Hayek podía contemplar desde su puesto de profesor de la Universidad de Chicago, a la que se incorporó desde el comienzo mismo de su etapa americana. Paloma de la Nuez, Op. cit. p. 67
 Por aquellos años florecía en la Universidad de Chicago, de la que Hayek fue nombrado posteriormente profesor emérito, la escuela de pensamiento económico conocida en su conjunto con el nombre de Escuela de Chicago. Su fundador, cuya obra tuvo considerable influencia en los Estados Unidos, era F. Knight, con la colaboración y el apoyo de los restantes miembros de la Escuela: entre otros, Jacob Viner, Aaron Director, George Stigler, Theodore Schultz, Henry Simons y, sobre todo, Milton Friedman, la figura más conocida e influyente del grupo. Paloma de la Nuez, Op. cit.  p. 68
12]   Paloma de la Nuez. La Política de la Libertad.  Estudios del pensamiento político de F.A. Hayek. Nueva Biblioteca de la Libertad  7,  Madrid, Unión Editorial, S.A. 1994, p. 63.
[13]   La Universidad de Friburgo era el hogar intelectual de Walter Eucken, amigo de Hayek, y de sus colegas liberales reunidos en torno a la revista Ordo, publicación que tuvo una considerable influencia en el mundo germánico y en el resto de Europa, sobre todo a través de las figuras de L. Einaudi y J. Rueff. La escuela liberal de Friburgo la formaban, además del propio Eucken, Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow, Arthur Utz, Franz Böhm y Müller-Armack. La revista Ordo empezó a publicarse en Alemania en 1948 y llevaba como subtítulo el de Anuario para la organización de la economía y la sociedad (Jahrbuch für die Ordnung von Wirtschaft und Gesellschaft). Sus primeros directores fueron el mismo Eucken y Franz Böhm, y sus principales colaboradores eran, a su vez, miembros destacados de la Sociedad Mont Pèlerin. No existía una coincidencia total de opiniones entre los colaboradores de Ordo, pero sí una actitud común en su rechazo del keynesianismo, su defensa de la economía libre, de la libertad política y de la dignidad de la persona humana. Escribían, pues, en las páginas de Ordo con el objeto de examinar ampliamente los problemas económicos, sociales y políticos relacionados con la economía de mercado. Paloma de la Nuez, Op. cit. pp 73-74
[14]   ‘Derecho, legislación y libertad’ apareció en tres volúmenes en los años 1973, 1976 y 1979. El primero de ellos, Normas y orden, distingue entre el orden liberal espontáneo (cosmos) y el orden planificado (taxis), cada uno de los cuales da lugar a dos tipos diferentes de normas: nomos y thesis. El segundo volumen, El espejismo de la justicia social, señala el verdadero significado de la justicia en un orden libre y critica la noción de justicia social o distributiva, incompatible con el orden de mercado y la sociedad abierta. El último volumen,  El orden político de una sociedad libre, expone la debilidad inherente a la mayoría de las formas de gobierno democráticas y describe una alternativa constitucional para crear un orden democrático compatible con la máxima libertad individual.Paloma. de la Nuez, Op. cit. p. 77
[15]    Todos estos achaques de salud (física y mental) desaparecieron, casi milagrosamente, cuando Hayek recibió el Premio Nobel de Economía en 1974. A partir de entonces sintió que salía de su aislamiento académico, e inició una frenética actividad que le llevó a viajar por todo el mundo exponiendo sus ideas y logrando culminar varios libros más (el último de ellos ’La fatal arrogancia: los errores del socialismo’ fue publicado cuando casi contaba 90 años de edad).
 Hayek siempre quiso mantenerse al margen de la actividad política. Es más, consideraba incompatibles el rol del intelectual (que tenía que hacer de la verdad científica el norte de su vida) y el papel del político (siempre obligado a someterse al dictado de la opinión pública de cada momento para conseguir votos). Por eso consideraba que a la larga serían mucho más productivos los esfuerzos dirigidos a convencer a los intelectuales (de ahí su éxito a la hora de crear la Sociedad liberal Mont Pèlerin) o a cambiar el estado de la opinión pública (Hayek disuadió de entrar en política a Anthony Fisher, convenciéndole de que sería mucho más útil crear el Institute of Economic Affairs y más tarde la Atlas Research Foundation, para expandir el ideario liberal por todo el mundo). De modo que sin las iniciativas estratégicas tomadas por Hayek no cabe concebir que se hubiera producido el cambio en la opinión pública y en el ámbito intelectual que llevó a la revolución liberal-conservadora que tuvo lugar (y aún hoy continúa) en los EE.UU. de Reagan y en la Inglaterra de Margaret Thatcher, y que tanta influencia está teniendo en todo el mundo. Jesús Huerta de Soto. “Hayek: una semblanza moral”,  Revista Ilustración Liberal, V.1, nº 4, Oct-Nov, 1999, pp. 123-128.
[16]   Paloma de la Nuez. La Política de la Libertad.  Estudios del pensamiento político de F.A. Hayek. Nueva Biblioteca de la Libertad  7, Madrid, Unión Editorial, S.A. 1994, p. 75.
17]    Paloma de la Nuez. Ibid., pp. 77-78.
 [18]   Jesús Huerta de Soto,  Nuevos Estudios de Economía Política, Nueva Biblioteca de la Libertad, 30, Madrid, Unión Editorial, S.A.,  2002,  p. 249.
[19]  Hayek, Hayek sobre Hayek, Un diálogo autobiográfico, Obras Completas, V.I Madrid, Unión Editorial, 1990,  pp. 44-45.