SER UNIVERSITARIO EN NUESTROS DÍAS

 

SER UNIVERSITARIO EN NUESTROS DÍAS    

          La evolución y adaptación de la enseñanza de la economía a la realidad  actual  no  puede ser determinista sino creadora y armónica en cuanto que se afirma el progreso que como tal admite la variación y la libre generación. La enseñanza puede tener una primera consecuencia negativa que es que el alumno actúe amparado en las reglas que se le han expuesto, sin tener capacidad para dar una explicación de ellas ni haber captado verdaderamente su sentido. Tal actuación, evidentemente, es contraria a una  actitud propiamente racional. No hay posible auto crítica sino un mero conformismo repetitivo que impide todo desarrollo de la propia personalidad. La auténtica docencia es la que pasa de ese estadio para mostrar los principios sobre los que se apoya la conducta enseñada. De esta forma, la actuación futura no estará sólo amparada en reglas, sino que será capaz de invocar tales reglas. Tal capacidad hace a la acción potencialmente auto crítica y, por consiguiente, elimina el conformismo y la aplicación indiscriminada de las reglas, así como posibilita el avance y el desarrollo personal que dará las respuestas oportunas ante las nuevas situaciones.

          En la enseñanza universitaria deben aparecer los rasgos esenciales de esta institución multisecular entre los que cabe destacar la preocupación universal por el saber, la libertad en su búsqueda, la espontaneidad en las relaciones entre maestros y discípulos o la independencia del poder político. La Universidad ha creado un estilo de vida que es inseparable de la comprensión occidental del mundo. Ese estilo hace del saber el método de avance de la sociedad y la disciplina para la formación de las futuras generaciones. Para tratar de consolidar estos rasgos esenciales la Universidad no puede replegarse sobre sí misma y acabar estereotipando sus procesos en un academicismo estéril. Tampoco se puede perder la conexión entre la teoría y la práctica cayendo en un intelectualismo demasiado puro o demasiado sometido a lo político, o, en el otro extremo, perdiendo el sentido y orientación del conocimiento práctico. En mi opinión las humanidades no se pueden desconectar de las profesiones relacionadas con la gestión económica quedándose éstas reducidas a las acciones eminentemente técnicas. No considero que se realce el estilo universitario cuando se separa radicalmente la cultura científico técnica de las humanidades. Tendríamos que recuperar el sentido de la expresión «ser universitario» que implica un modo de vida, un método global de trabajo, una visión del mundo que se mantiene estable pero dinamicamente abierta al dejar las aulas.