Con el fondo de hormigón armado y las paredes recias de ladrillo, una pareja de gorriones acompasa su vuelo a tirones primaverales atraídos y distraídos por su instinto sexual reproductor.
Aquel clip, recogido del suelo agachándome, simboliza aquella perfección cósmica que, sobrevolando lo sucio y desperdigado, se encierra misteriosamente en aquellas sentencias: un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio; un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo.
En cada rincón un mundo, en cada palabra un poema, en cada mirada mil paisajes, en un pensamiento un sin fin de ideas, en cada instante la eternidad sin fronteras, y en un silencio el universo entero.
Saborear la amargura del fracaso atisbando que más allá, sin saberlo ni sentirlo, se expande la luz que lo acoge todo.
LA CREACIÓN DEL INSTANTE (MEMORIAS)
Precursor de la ecología telúrica que cifra los orígenes en una borrachera de bondad que continuó espontánea en el trasfondo perenne de todo hombre y de toda la naturaleza creada.
Evocación de lo nimio, que se regenera y perpetúa en cada instante de todo el pasado ya presente que reverbera en el futuro que aún no es.
Cuando queremos levantar el vuelo tratando de captar allí las ideas universales, y la cabeza, atontada, no responde, basta con achicar hacia lo más cercano nuestras potencias dormidas para que la brisa vuelva a soplar y el frescor de la luz amanezca.
El frío primaveral estimula el calor familiar que medita, charlando junto a la hoguera, cómo seguir amando.
La sencillez tornasolada ilumina el trasiego familiar cotidiano convirtiendo el gesto y la palabra de cada cual en verso noble y blasón triunfal.